El esperado comunicado de ETA ha confirmado parte de las expectativas que había despertado desde hace unas semanas. Es indudable que supone un paso adelante, como lo es también que resulta insuficiente porque la banda no anuncia su disolución ni la entrega de las armas. ETA, que se pronunció ayer por octava vez en el último año, vuelve a anunciar una tregua, la quinta.

La forma en que lo hace ahora, a pesar de su lenguaje grandilocuente habitual, equivale a cierto avance y en esa medida debe considerarse esperanzadora, aunque con un optimismo moderado, como obliga la experiencia de anteriores procesos.

Que el alto el fuego sea "permanente" es positivo si quiere decir que no lo interrumpirá como ha hecho en las ocasiones anteriores; que se trate de una tregua "general" también lo es si, como se interpreta, quiere decir que tampoco habrá extorsión a empresarios y profesionales; y que sea "verificable" cumple con la condición de objetividad en el control de su cumplimiento.

Las únicas fuerzas políticas que ayer hicieron una valoración entusiasta del pronunciamiento de ETA fueron las de la izquierda aberzale. No les quedaba otra salida, pero curiosamente esas organizaciones, que ya han manifestado en público que su proyecto político es incompatible con la violencia, difícilmente podrán beneficiarse del paso dado por la banda. La cúpula etarra, que sigue manteniendo una actitud de tutela en el proceso político vasco, no les va a facilitar su legalización.

Hace justo un año, ETA hizo un comunicado en el que decía que la "izquierda aberzale, motor de la lucha de este pueblo, ha hablado y ETA hace suyas sus palabras". Ayer, sin embargo, ni siquiera la citó. Lo que ha ocurrido en esos 12 meses es que los dirigentes batasunos que quieren componer unas siglas para concurrir a las elecciones municipales y forales se han distanciado de la violencia y están tratando de que ETA contribuya al proceso, aunque es evidente que los etarras tienen más interés en dirigir que en ayudar.

Esa es una parte de las expectativas que no se han cumplido. El independentismo que llenó las calles de Bilbao el pasado sábado y que no quiso pedir a ETA ningún gesto se encuentra ahora ante una seria encrucijada: los plazos para ir a las elecciones municipales y autonómicas se agotan, mientras que la banda terrorista parece actuar sin tener noción del tiempo.