Todo el mundo filtra versión de la negociación. ETA, a través de Gara, intenta comprometer al Gobierno con explicaciones contradictorias sobre los compromisos adquiridos por el ejecutivo, que a su vez proporciona versiones que son piadosas con sus comportamientos. Las tesis proclives al Gobierno intentan presentar a Iosu Ternera como un ´buen´ etarra al que jóvenes compañeros de dirección no le hacen caso. En ese imaginario de etarras ´buenos´ y etarras ´malos´, el dirigente socialista vasco Jesús Eguiguren sucumbió al síndrome de Estocolmo derivado del trato personal con el viejo dirigente terrorista.

ETA no ha estado nunca interesada en una negociación que limite exclusivamente a la disolución de la banda a cambio de medidas de reinserción para sus miembros. Por eso, cuando se producen conversaciones con contenidos políticos con etarras ´buenos´ encubren la posibilidad de obtener contrapartidas políticas que en la figuración de los negociadores del Gobierno se podrían blanquear en la mesa de los partidos democráticos pensando todos que se pueden acomodar las pretensiones a la metodología política de las instituciones. Cuando el presidente del Gobierno habló de "respetar la voluntad de los vascos" era porque Jesús Eguiguren había trasladado a Ternera que podía haber algún tipo de consulta popular en Navarra, aunque no fuera vinculante: la vinculación se la dio, de hecho, el presidente del Gobierno al hablar respetar la voluntad de los vascos por extensión, la de los navarros.

ETA pensó que algunos de sus objetivos eran alcanzables, porque los negociadores del Gobierno no fueron radicales al señalar los límites de lo posible. No hay peor negociación que la que se basa en imprecisiones contractuales; a la hora de firmar se produce el desconcierto y la ruptura. Si Eguiguren creyó que podría llegar a seducir a Josu Ternera no hacía sino preparar el escenario de su propia seducción desde el error de pensar que existen terroristas ´buenos´.