Extremadura está a punto de cerrar una de las mejores Semanas Santas que se hayan vivido en el sector del turismo. El director general del ramo pronosticaba días atrás lleno en los tres días de pernocta principales, jueves, viernes y sábado, y la patronal hotelera más el Observatorio Regional del Turismo indicaban luego unas previsiones provisionales del setenta por ciento, que seguramente se superarán al final.

El turismo pone guapa a Extremadura estos días porque se trata del período vacacional idóneo para la localización y circunstancias climatológicas de la región. Una escapada de dos, tres o cuatro días es la ideal para la distancia a la que se sitúa la Comunidad de nuestro gran mercado emisor que es el área metropolitana de Madrid con 5,5 millones de habitantes, la tercera más poblada de Europa tras las de París y Londres.

La región, en puentes, o en una sucesión de días cortos de vacaciones, vive fundamentalmente del turismo madrileño y es solo en períodos más largos, el veraniego, cuando aumentan su peso otros mercados emisores de turistas como el catalán y el andaluz.

Pero Semana Santa es la gran joya de la industria turística extremeña porque pilla a la región normalmente en su esplendor de naturaleza y con una combinación de temperaturas agradables a favor. En Extremadura la dehesa en abril, y el bosque en otoño, son las mejores épocas para disfrutar según coincidía en mi apreciación el otro día con un gran conocedor del campo regional.

Terrazas llenas, familias esperando en cola su turno para comer con la desesperación que nos entra a todos en esas circunstancias, filas en los puestos de helados, en las taquillas para los monumentos, en los trenecitos turísticos… No en vano la industria turística fue la que más creció en Extremadura el año pasado con un 7%, y eso deja mucho dinero en la región.

Monumentos de todas las civilizaciones que pasaron por Iberia, naturaleza, comida buena y barata, excelente acogida popular, precios razonables, magnífica red de carreteras, una lograda red sanitaria en caso de problemas y… procesiones religiosas más otras tradiciones.

Aún no hemos acabado con esas fiestas tradicionales porque mañana es Lunes de Pascua y bien lo saben en lugares como Trujillo, Campanario o Arroyo de la Luz.

En torno a la Semana Santa como manifestación religiosa y el trato a darle nunca acabará el debate dentro de la izquierda. La que batalla por una España totalmente laica, en la que estarían de más esas exaltaciones o al menos la presencia de autoridades civiles en ellas, pero también la que como ha hecho días atrás en este medio el profesor de filosofía Víctor Bermúdez trata de comprender la raíz popular y las amarras profundas de unas manifestaciones que el pueblo toma a su manera y contribuirían según algunos a la atracción del turismo; en definitiva empleo y riqueza, según me defendía semanas atrás un alto cargo de la Administración autonómica.

Alguien que, desde el socialismo, no tenía reparos en vivir como herencia, y transmitir a sus hijos, la cultura de las procesiones y la importancia como recurso cultural y turístico. En realidad no hay estudios de la aportación real de estas Semanas declaradas abundantemente en la región de interés regional o nacional a la atracción del visitante, no sabemos si es una de las razones, y en qué orden dentro de otras, que traen al viajero en estos días, como me confesaba también días atrás el responsable local de una junta de cofradías.

Lo que más me preocupa sin embargo de todo esto es el 19% que representa la economía sumergida dentro del sector de hoteles y restaurantes según el estudio Visa Europe, el segundo sector en España más opaco fiscalmente tras la construcción. De los 80.000 millones de euros que aportan al PIB nacional, 15.000 se van por el agujero.

* Periodista