XExl PSOE gana pero tiene una gran tarea pendiente: descubrir un camino que motive pasión de los españoles por Europa. Sin ese enamoramiento, Europa nunca será una potencia capaz de equilibrar el mundo.

Hay algunos síntomas inequívocos en una persona enamorada: se extrema el cuidado del aspecto exterior. Los enamorados están contentos, gozan de buen humor e intentan mostrar los lados más amables de su personalidad. La pasión, es, sobre todo, entrega incondicional. Es evidente que Europa todavía no nos enamora. No hay ningún síntoma, en estas elecciones, que determinen pasión de los españoles por Europa. Los resultados cantan. Es cierto que no somos los más fríos frente al anhelo de una Europa sólida y unida. En cualquier rincón de esta Europa que queremos construir se detecta desapego y distancia frente a un sueño al que todavía no se le ven las ventajas.

Ni siquiera hay pasión por Europa en los dirigentes de los grandes partidos. De otra forma, hubieran elegido mejor a los candidatos.

¿Alguien pensaba que Mayor Oreja y Borrell podrían provocar arrebatos? Se dijo, desde el instante mismo de su designación, que eran candidatos amortizados, elegidos más por el compromiso de darles una salida personal que en consideración a su idoneidad para una misión elevada. Mayor Oreja venía de consolidar un estrepitoso fracaso en el País Vasco, donde había dispuesto de los mejores medios para ganar. El candidato Borrell ni siquiera pudo presentarse a las elecciones generales por un escándalo de corrupción. Su actitud resaltó su honestidad pero dinamitó su carrera política.

Si los responsables de motivar el voto de los ciudadanos confirieron tan poca importancia a las elecciones como para proponer candidatos de segundo nivel, ¿por qué los ciudadanos iban a movilizar sus votos? Cuando los grandes equipos de fútbol salen a jugar un partido alineando a los suplentes, las gradas se quedan desiertas. Aquí ni siquiera la mitad de los electores ha decidido asistir al partido.

El gran perdedor ha sido Rajoy , que sale trastocado. No por los resultados, que son de una dignidad suficiente de un segundo puesto, sino frente a sus propias expectativas. Los logros siempre hay que compararlos con las metas propuestas. Rajoy y su partido querían ratificar la tesis de que fue Al Qaeda quien le dio el triunfo a Rodríguez Zapatero el 14-M, disparando la participación. La exministra Pilar del Castillo , con aquella sencillez insoportable que le caracterizaba, fue la más clara en protestar porque habían votado los que no lo solían hacer. ¿Qué nos va a decir ahora el líder del PP?

Si el PP pierde con una participación desbordada y con una abstención desmedida, ¿no quiere decir eso, sencillamente, que el PP ha perdido radicalmente el favor de los españoles tanto si votan muchos como si lo hacen muchos menos? ¿Qué escenario necesita el Partido Popular para volver a ganar una elección?

El PSOE ha ganado por una distancia discreta, pero ha ganado. Como no planteó estas elecciones como una consolidación de las generales no tenía necesidad de batir su récord, pero su éxito está tamizado por no haber sido capaz de movilizar a sus electores. Si entonces fueron más de once millones y ahora no han llegado a siete, eso querrá decir que más de tres millones de quienes salieron de casa para dar el triunfo a Rodríguez Zapatero no han concurrido para impedir a toda costa que el PP pudiera descalificar definitivamente aquel resultado.

Si utilizáramos la lógica cartesiana, debiéramos decir que todavía sigue la sombra de la sospecha de que los ciudadanos no le dieron la victoria a Zapatero sino que salieron, en tromba, de sus casas, el 14 de marzo, para terminar con la era de Aznar sin importar demasiado quién pudiera recoger aquel relevo.

Queda por delante la reflexión más importante para el futuro. Los europeos no terminamos de identificarnos con Europa. No valoramos las instituciones comunes como las singulares de cada país, y ese camino nos aleja del sueño de una Europa que pueda ser la gran potencia que determine un mundo multipolar en el que nadie pueda ser el único guardián del orden organizado.

*Periodista