WPw or si les faltaban datos a los dudosos sobre la marcha real de la economía en los países de más peso de la Unión Europea, se ha conocido una cifra poco halagüeña: entre enero y marzo el crecimiento económico europeo fue del 0,7% sobre el trimestre anterior, pero la tendencia se rompió los tres meses siguientes. Entre abril y junio, la capacidad de producción en la economía central europea --la que comparte el euro--, se redujo al 0,3%. La decepción por esta quiebra en la tendencia del crecimiento tiene por protagonistas dominantes a las dos economías que son el motor de Europa, Francia y Alemania. También muestran un indicio que tardaba en aparecer: la excesiva cotización del euro frente al dólar está pasando factura al sector industrial de las principales potencias, netamente exportadoras gracias al aprecio mundial por la calidad de las manufacturas europeas. En este conjunto de indicadores sobre la marcha de la economía europea, España sigue siendo la más singular. El crecimiento de su PIB no abandona la zona del 4%, y los más entusiastas adivinan, con los datos de Estadística y los análisis del Banco de España, que puede haber un cambio en los componentes del crecimiento, es decir, menos consumo de las familias, menos inversión en ladrillo y más protagonismo de las empresas que han renovado sus instalaciones y exportan más. Con la crisis de confianza de las bolsas tras el fiasco de las inversiones de alto riesgo americanas que han contagiado al resto de mercados, el panorama hasta final de año para el conjunto de la economía del euro empieza a tornarse sombrío, pese a que las expectativas aún son favorables.