WEwl presidente conservador de Francia y el jefe de Gobierno socialista de España compartieron ayer un acto en defensa de la Constitución europea, que los españoles votarán en referendo el próximo 20 de febrero. Jacques Chirac y José Luis Rodríguez Zapatero hicieron de este encuentro una demostración de que el deseo de avanzar en la unidad de Europa traspasa fronteras geográficas y también ideologías. Y de que la nueva Constitución no condiciona el derecho de cada uno de los estados europeos a establecer unas políticas nacionales propias con un acento más social o más liberal, más centralistas o más descentralizadas.

El acto fue limpiamente sobre Europa y despertó momentos de fervor europeísta, pacifista y democrático en la sala del complejo donde se celebraba. Combatió lo que más desconcierta y decepciona de esta campaña: que el debate ante el referendo esté adulterado por quienes hacen cálculos electorales internos sobre lo que pueden obtener a corto plazo de uno u otro resultado. Incurrir en esa frivolidad en vez de analizar los pros y los contras de lo que se podría hacer con la nueva Constitución de la UE es puro antieuropeísmo. O llámenle, si lo prefieren, anclarse en los tiempos confusos del pasado.