Mientras los primeros soldados europeos llegan al Líbano, el Parlamento Europeo abre su curso político con un debate sobre Oriente Medio y el papel ambivalente que ha jugado la UE ante el largo mes de guerra. Por una parte, es muy positivo que los 7.000 soldados aportados por varios países europeos constituyan el núcleo duro de la fuerza de la ONU. La presencia europea ha sido solicitada por todas las partes en conflicto, en particular por los países árabes. Esto demuestra que Europa tiene credibilidad para mediar en el conflicto, frente a EEUU, cuyo apoyo incondicional a Israel ha aumentado la capacidad de los europeos para relanzar el proceso de paz.

Se trata de una oportunidad histórica para que la UE demuestre que puede actuar como una unión política, ante el reto militar más importante asumido por los países de la UE. Solo el tiempo dirá si la participación europea en una misión de paz arriesgada, en lo militar y en lo político, le permitirá convertirse en un actor de peso internacional. Pero, por el momento, los 25 estados de la UE han actuado de forma coordinada dando una dimensión claramente europea a las fuerzas de la ONU.

Inevitablemente, permanece el recuerdo de la desastrosa experiencia de la anterior fuerza enviada al Líbano tras los bombardeos de Israel en 1982. Evacuó a Arafat y a algunos miles de combatientes palestinos, pero tuvo que retirarse en octubre de 1983 después de los graves atentados contra los cuarteles de norteamericanos y franceses (450 muertos), dejando al país sumido en una larga guerra civil y la ocupación militar israelí del sur. Entonces no existía Hizbulá ni Irán jugaba el papel de gran potencia con ambiciones nucleares. Pero durante los 20 años transcurridos desde entonces el conflicto israelí-palestino ha frustrado todas las esperanzas de paz y se ha enconado hasta convertirse en impulsor de la amenaza terrorista a escala global.

La oportunidad de que tengan éxito las tropas europeas al sur del río Litani dependerá de la capacidad de la UE de trascender su papel de guardián de la paz en nombre de la ONU. Es difícil, porque lo ocurrido demuestra que la UE, como tal, no ha podido jugar un papel determinante en la solución del conflicto durante los 31 días que ha durado la guerra, pese a los continuos viajes de representantes del Consejo y de la Comisión. Javier Solana fue el primero en ir a Beirut para declarar la amistad europea con el Líbano, pero el Consejo no le dio un mandato que le permitiese hacer más.

XLA CRISISx ha demostrado las amplias divergencias que separan a los estados europeos sobre Oriente Medio. Cada uno ha privilegiado sus intereses antes que una acción europea coordinada. Aunque algunos han tenido un papel importante en la búsqueda de una solución. En particular Francia, España y quizá más aún Italia, para quien la guerra del Líbano ha sido la ocasión de volver a la escena internacional realzando su dimensión europea y superando el americanismo Berlusconi . En la conferencia de Roma de julio la división fue patente entre la exigencia del alto el fuego inmediato que pedía Francia y el apoyo del Reino Unido a EEUU de dar tiempo a Israel..

La misma división se ha producido, con diferentes matices, en las reuniones del Consejo de Exteriores del 17 de julio y 1 de agosto, acabando con una discusión, aparentemente semántica, entre el "cese inmediato de las hostilidades" y el "alto el fuego inmediato". Los grupos políticos del Parlamento Europeo ya pidieron unánimemente, en dos ocasiones, el 20 de julio y el 1 de agosto, después de la matanza de Qana, un alto el fuego inmediato, una fuerza internacional bajo mandato de la ONU con una fuerte participación europea, y que Europa hablara con una sola voz, manteniendo la unidad perdida en la guerra de Irak.

Lo primero tardó en llegar y lo segundo no ha sido posible. Mas allá del alineamiento del Reino Unido con Bush , las diferencias entre los distintos estados de la UE han sido notables sobre las condiciones del despliegue de la fuerza de interposición. Sobre su llegada al Líbano antes o después del alto el fuego. O sobre la conveniencia de abrir el diálogo con los dos países que apadrinan a Hizbulá, Siria e Irán. Todas estas diferencias no han reforzado el papel de Europa, que sigue teniendo una gran presencia en la zona, dedicándole muchos recursos financieros sin que esa presencia haya servido para definir claramente una política.

Esta es la ocasión de hacerlo. Primero, porque la resolución 1.701 no se limita a las condiciones para establecer y mantener un alto el fuego, sino que se plantea las causas del conflicto y manda a Annan a proponer una solución al problema palestino antes del 15 de septiembre. Segundo, porque a todas las partes les conviene su cumplimiento, dado que ninguna ha podido ganar una guerra que solo ha generado víctimas inocentes. En particular, Israel debe sacar conclusiones de su incapacidad para destruir Hizbulá y liberar a los dos soldados secuestrados, si es que era la razón del ataque (Seymour M. Hersh , en el New Yorker , lo considera preparado de antemano con la bendición norteamericana y el programa nuclear iraní como telón de fondo). Y, tercero, porque la plena aplicación de la resolución 1.701 requiere una participación constructiva de Siria y solo Europa puede intervenir para conseguirlo.

Por todo ello, poner en marcha de nuevo el proceso de paz en Oriente Medio es lo que justifica plenamente la presencia de nuestros soldados al sur del Litani.

*Presidente del Parlamento Europeo