La voz de La Oreja de Van Gogh suena a través de una ventana. El Puedes contar conmigo de Amaya engancha tanto como las tapas del Bergara, en Donosti. En San Sebastián, a media mañana, cuando el bacalao ya está rebozado, los jóvenes con trajes de neopreno se dirigen a Ondarreta para surfear, mientras los turistas hacen fotos de los cubos de Moneo, o se van a la Concha.

Más al norte, en Biarritz, hay gente que toma café con hielo en las terrazas, y al oeste, en Getaria, un viajante comparte una copa de rioja alta con una ración de bonito en aceite con cebolla triturada y con piquillos. En Bilbao hay largas colas para disfrutar del Guggenheim. La temperatura en Euskadi es estos días muy alta. Aun así las montañas que penetran en las zonas urbanas y aplastan las casas y la autopista en el Cantábrico están tan verdes como siempre. El Tour se acerca a Euskadi. Un ciclista vasco, Iban Mayo, ganó el domingo en Alpe d´Huez, todo un logro que dio un alegrón a los aficionados de su tierra.

Aparentemente Euskadi es un paraíso terrenal, pero la realidad es que este extraordinario país está carcomido por el odio y la incomprensión. La simple lógica de que el Tour adopte el euskera como segunda lengua de la vuelta ciclista a su paso por el País Vasco ha provocado un gran polémica. El domingo la policía desactivaba un artefacto de ETA en Pamplona... Euskadi se está consumiendo. Y la culpa no la tienen sólo en Madrid. Ellos, los vascos, han gobernado su propia sociedad desde hace más de 20 años y deben ser ellos los que también pongan fin a la sinrazón que está convirtiendo su paraíso en un infierno.