La madre de Vincent Humbert, un joven francés tetrapléjico, casi ciego y mudo, ha intentado ayudarle a morir inyectando un veneno en la sonda que le alimenta desde hace tres años justos. Vincent había pedido al presidente francés, Jacques Chirac, que autorizara expresamente su eutanasia activa, sin obtener respuesta. La madre, Marie Humbert, a riesgo de ser condenada a una larga pena de cárcel, ha actuado poniendo la voluntad de su hijo por delante de la ley francesa, que distingue entre los cuidados paliativos que no evitan la muerte y lo que se sigue considerando suicidio asistido. El caso de Vincent y su previsible desenlace eran conocidos desde hace tiempo.

No se discute el límite de los cuidados médicos a enfermos terminales de dolencias incurables, sino otro caso: la limitación de las condiciones físicas que por sí mismas no causan la muerte pero sí un dolor psicológico insufrible a quien lo padece o a sus familiares directos. No es el Código Penal el ámbito más adecuado para afrontar estas situaciones. Tampoco sirve la alternativa de viajar a otros países europeos con legislaciones más permisivas. Hay que ser valientes y plantear la eutanasia activa y sus límites.