WSwegún el testimonio prestado por una doctora, al menos en un hospital del área más afectada por el huracán Katrina se practicó la eutanasia a enfermos terminales, sedando a estos pacientes con dosis elevadas de morfina para que no padeciesen inútilmente la resaca de la catástrofe. Sin luz ni agua, y sin suministro de fármacos, el estado de algunos pacientes que tenían expectativas de vida de pocos días se había agravado y nadie acudía a rescatarlos. En estas circunstancias tan excepcionales, se entiende que los profesionales de la medicina decidieran acortar el sufrimiento sin salida que se cernía sobre aquellas personas.

Sería de una tremenda hipocresía que las autoridades estatales y federales, cuya incompetencia desencadenó un desordenado sálvese quien pueda que condenaba a los más débiles, aplicaran la legislación vigente en Luisiana y persiguieran como asesina a la doctora que, lógicamente, no ha querido desvelar su identidad. Si alguien debe dar explicaciones son los responsables de la caótica evacuación y de un rescate ineficaz que dejó abandonados a su suerte a pobres, ancianos y enfermos, especialmente si eran negros. Una cruel, dramática y criminal selección natural.