La Feria del Queso llega hoy a la última jornada de su trigésimo tercera edición y no puedo por menos que acordarme de aquellos primeros pasos que dio de la mano del por entonces alcalde Benigno Fernández y de sus muchos técnicos. Benigno tiene en su rostro siempre una sonrisa y parece que apenas ha pasado el tiempo por este hombre menudo e inquieto. La ahora deslumbrante Feria Nacional del Queso es fruto del trabajo más humilde realizado por productores pequeños. Hace treinta años el sector no es que estuviera ‘atomizado’, es que ni existía y en algunas ocasiones no cumplía con requisitos mínimos de seguridad alimentaria. Oír hablar de las fiebres de malta era desgraciadamente algo común. El paso que se ha dado en estas tres décadas ha sido de gigante. Ahora nuestros queseros se certifican en IFS Food y venden sus quesos en América como Mario Blasco.

Y es que Trujillo, su plaza Mayor y esa especie de explosión primaveral que coincide con la Feria del Queso invitan a recorrerla y descubrir las maravillas que hacer el ser humano con solo leche, sal y cuajo. La feria ha vivido el nacimiento de las denominaciones de origen extremeñas y ahora algunas queserías de la región se arriesgan a diferenciarse haciendo verdaderos ‘quesos de autor’, como Castrvm-Erat, de Castuera.

El tirón que tiene la feria es ya conocido por los políticos, que aprovechan su capacidad de altavoz para darse un garbeo por ella y soltar algún mensaje de su interés. O para hacerse la consabida foto. Es lo que ha pasado este año con Pedro Sánchez. El secretario general del PSOE parecía que fuera él quien inauguraba y no el presidente de la Junta. Paradojas de la política actual.

Deseo que los quesos que ayer ganaron la cata-concurso se agoten hoy en los estands. Una vez me dijeron que el éxito de la Feria del Queso no se mide en queso sino en pan, cuando se acaba en las panaderías de la comarca demandado por los expositores de la feria. Refrán: El queso de mayo, para guardallo.