WLw a actitud del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en la cumbre iberoamericana que ayer se clausuró en Santiago de Chile se situó en la más pura línea demagógica y populista que ha hecho de su régimen una mezcla de democracia formal y procedimientos bananeros respaldados con una inconsistente retórica bolivariana, cada vez más impresentable en el marco internacional.

Hugo Chávez nos tiene acostumbrados a sus diatribas radiofónicas al estilo de los predicadores de ultraderecha. Pero llevar esas poco rigurosas maneras a una reunión internacional de máximo nivel hasta el punto de llamar reiteradamente "fascista" al expresidente del Gobierno español José María Aznar es intolerable y crea un conflicto que jamás debió llegar a producirse.

Si lo que perseguía Hugo Chávez era ocultar la grave crisis que vive su país para presentarse en la escena internacional como un nuevo Fidel Castro que marca el rumbo de los desfavorecidos de la comunidad iberoamericana, se ha vuelto a equivocar. Las relaciones de Venezuela con España son muy importantes para ambos países y no deben ponerse en peligro por los coyunturales aprietos de un presidente que no es precisamente un modelo de defensor del Estado de derecho. Dicho esto, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, hizo bien en recriminar con contundencia la actitud de Hugo Chávez.

La representación española no podía de ninguna manera tolerar que un expresidente democrático fuera tachado de fascista. Ante semejante manifestación, el Rey de España, presente en la reunión, acabó de perder los nervios y pidió al presidente venezolano que se callara.

Tal vez no era lo más adecuado. Pero el calentón del Monarca refleja hasta qué punto era incómoda para la delegación española la diatriba del mandatario venezolano. Fue una buena decisión que el Rey volviera a la reunión tras el incidente. Como lo fue la protesta de José Luis Rodríguez Zapatero, quien hizo bien en actuar como representante de España y no de un partido político que mantiene fuertes discrepancias con José María Aznar.

El propio expresidente del Gobierno español agradeció la defensa realizada por José Luis Rodríguez Zapatero y el Rey, enmendando de paso la plana a otros portavoces populares que una vez más volvieron a salirse de madre. Así, Gabriel Elorriaga culpó en un primer momento al ministerio español de Asuntos Exteriores de esta crisis. Otra espléndida ocasión para callarse, como debió hacer Hugo Chávez, y cerrar filas con el Gobierno. Si Mariano Rajoy quiere convencer a la sociedad española de que puede ser un presidente de todos los españoles debe inmediatamente reconvenir a Gabriel Elorriaga e imponer la sensatez que pasa por apoyar la política exterior del Gobierno español frente a las actitudes y las palabras de demagogos y oportunistas como Hugo Chávez.