Una nueva exhibición de fuerza de los grupos que reclaman otra forma de globalización económica más favorable a los países pobres y a los grupos sociales desprotegidos, recibió ayer en Francia y Suiza a los líderes mundiales que se reúnen en la cumbre del G-8 en la población francesa de Evian. El heterogéneo movimiento antimundialización no parece dispuesto a dar tregua a los poderosos pese a algunos gestos como el realizado por el presidente francés, Jacques Chirac, quien ayer propuso que una tasa sobre el comercio de armas sirva para financiar programas alimentarios.

Frente a esos pasos positivos hay que lamentar la marcha atrás que supone la reaparición de la violencia en las manifestaciones de los colectivos antimundialización. Ayer se registraron actos vandálicos protagonizados por pequeños grupos y también actuaciones policiales lamentables, como la que le costó graves lesiones a un ciudadano norteamericano residente en Barcelona.

Por lo demás, el G-8 tiene hoy la casi imposible misión de recomponer las relaciones internacionales tras la guerra de Irak y hacerlo escuchando las voces de quienes reclaman un mundo más justo, equitativo y democrático.