La Marcha por el cambio convocada en la Puerta del Sol de Madrid por Podemos cumplió las expectativas y se convirtió en una auténtica demostración de fuerza popular que pocos partidos políticos se permitirían emular en las actuales circunstancias. Con la evocación del cambio, palabra mágica que tantas veces ha demostrado su eficacia política, y no solo en 1982 cuando la esgrimió el PSOE de Felipe González, Pablo Iglesias y los politólogos que le rodean en la dirección de Podemos lograron una multitudinaria movilización convocada sin un objetivo concreto contra el Gobierno, sino como una enmienda a la totalidad del sistema nacido de la Constitución de 1978 que, según su tesis, se ha corrompido por la actuación de la casta .

Iglesias y Podemos recogen y capitalizan un indudable malestar social provocado por la crisis económica, el imparable aumento de las desigualdades y la pasividad o complacencia de los partidos del establishment para resolver una situación explosiva con recetas equivocadas.

Mientras el discurso de Podemos atronaba en Madrid, con verdades como puños, pero también con planteamientos demagógicos, Rajoy repetía en Barcelona el discurso triunfalista de lo bien que lo ha hecho el PP para salir de la crisis, y el PSOE se debatía en sus luchas intestinas y cedía a la pretensión del Gobierno de colarle la cadena perpetua en el pacto antiyihadista, medida represiva que los socialistas acababan de rechazar en el Congreso. Frente a ese inmovilismo crece Podemos, aunque de momento su discurso se sostiene solo con frases ingeniosas, sin medidas concretas y entre sospechas sobre la financiación del partido. Iglesias puso como ejemplo las medidas adoptadas por el nuevo Gobierno griego para señalar el camino a seguir. Pero nada indica que la apuesta de Syriza, que ha desafiado abiertamente a la UE, vaya a resultar ganadora y lo que ocurra en Grecia influirá decisivamente en las expectativas de Podemos. Armado con el recuerdo del Quijote y un regeneracionismo que no tiene complejos al hablar de "patria", Iglesias usó la dialéctica de "los de abajo" contra "los de arriba", denunció al Estado que se enfrenta a la sociedad, descalificó la recuperación basada en contratos precarios y sueldos "indignos" e identificó la corrupción con la desigualdad social. Un discurso impactante, que debe ser sometido ahora al veredicto de las urnas.