TEtl presidente de la Generalitat, José Montilla, insiste en señalar la existencia de un "desapego creciente" entre Cataluña y España y se abstiene de cualquier señalamiento autocrítico en la parte que le pudiera corresponder a las instituciones y líderes catalanes en ese estado de cosas de las que hace responsable al resto de los españoles.

Más constructiva se muestra Carme Chacón cuando apunta a su anhelo de fomentar la solidaridad entre Cataluña y España al mismo tiempo que hace responsable al PP de la catalonofobia que existe en España contra Cataluña.

Lo primero que llama la atención en el lenguaje de estos dirigentes socialistas es la separación que establecen entre la Comunidad Autónoma de Cataluña con España como si fueran realidades equiparables y de la misma naturaleza. España es el todo y Cataluña, como cualquier otra comunidad, es una de las partes. Entender a Cataluña como parte de España impide conceptualizar un enfrentamiento que solo puede existir con el resto de las comunidades o con quien personaliza las instituciones generales del Estado.

Es cierto que el PP, en la forma de enunciar sus desacuerdos con las prácticas nacionalistas de algunos partidos catalanes, ha agitado fantasmas peligrosísimos que en el fondo dan la razón a quienes quieren que Cataluña sea algo distinto y no compatible con la nación española. La extrema derecha, desde de la emisora de los obispos, ha promovido campañas de boicot a productos catalanes equiparándose, en el otro lado del diapasón, a los extremistas catalanes que quieren boicotear a España.

La catalonofobia es una enfermedad que existe, anidada en almas mezquinas, extremistas y reaccionarias que son de la misma naturaleza invertida que la españolofobia que anida en el alma de algunos socios de gobierno de José Montilla.

Si Montilla y Chacón fueran intelectualmente honestos y consecuentes denunciarían las dos fobias que se alimentan recíprocamente y que están en la base misma de ese desapego que denuncian. Lo que está por ver es si Montilla en el fondo considera el desapego como un instrumento para conseguir privilegios.