Las reacciones a la detención por la Ertzaintza de cinco presuntos miembros de ETA ha mezclado la lógica satisfacción por el éxito policial con los reproches a gobiernos vascos anteriores --del PNV--, a los que se afeó en el pasado su falta de dinamismo para perseguir a la banda. Lo primero que debe tenerse en cuenta es que la investigación que ha llevado a las detenciones se inició en el 2008, cuando gobernaban los nacionalistas. Lo segundo es que, a veces con razón, a veces sin ella, cundió la impresión de que los diferentes equipos de Juan José Ibarretxe tuvieron dificultades para llevar a la opinión pública su empeño en la lucha antiterrorista. Con el Gobierno de Patxi López sucede todo lo contrario: en poquísimo tiempo ha sabido transmitir a los ciudadanos el convencimiento de que la neutralización de la banda terrorista no admite tibiezas. Y que, desde que la policía autonómica es responsabilidad de Rodolfo Ares, los márgenes de maniobra de ETA han decrecido. Como en el caso de los gestores peneuvistas, se trata de percepciones que a veces tienen fundamento, y a veces, no. La que se antoja realmente discutible es la versión de los hechos que difunden los dirigentes del PP cuando presentan estas detenciones, y otras operaciones que las precedieron, como una epifanía de la lucha antiterrorista.