La victoria de Arnold Schwarzenegger en California tiene varias lecturas. Una, la de la frivolidad de los electores, deslumbrados por la popularidad cinematográfica a la hora de tomar una decisión política. El voto también parece influido por la actual obsesión norteamericana por la lucha del bien contra el mal por los métodos que sean, incluyendo la dureza justiciera y alegal que encarna su contundente Terminator...

Pero tampoco se debe pasar por alto lo que esa elección tiene de mensaje de cansancio respecto a los políticos tradicionales, tantas veces tramposos. Los californianos tenían ganas de castigar al anterior gobernador, Gray Davis, y han aprovechado que su sistema democrático permite que a los 11 meses de una elección si un servidor público decepciona pueda ser sometido a consulta popular y perder el puesto. California sería el quinto país más rico del mundo si fuese independiente, pero tiene un déficit acumulado de 38.000 millones de dólares y su desempleo crece en espiral. Los californianos no han perdonado a Gray Davis una situación económica no muy diferente de la que, en el conjunto de Estados Unidos, le puede crear problemas a George Bush.