La economía ha colonizado de tal manera el arranque de la precampaña electoral que hasta la crisis bursátil del pasado lunes negro se ha aprovechado para pedir explicaciones al Gobierno, convirtiéndolo no en víctima sino en motor de un temblor que ha estremecido a todo el mundo. El terremoto bursátil tiene un epicentro bien identificado y, puestos a pedir explicaciones, sería de recibo remitirlas a la Casa Blanca. Es el gobierno de Bush el que se ha comido en estos últimos años la despensa llena que le dejó su predecesor, Bill Clinton , entre otras cosas por financiar una guerra ilegal que cuesta a los estadounidenses 300 millones de dólares diarios. Es el gobierno Bush el que no logra encauzar una economía instalada en el déficit presupuestario y comercial, que se ralentiza por momentos y que mira con preocupación en el abismo de la recesión. Es, finalmente, el gobierno Bush el que se ha mostrado incapaz de vigilar las prácticas heterodoxas de algunos de sus actores financieros y de ofrecer al mundo una explicación sobre la naturaleza y la extensión de la gangrena.

Puestos a criticar, se critica la actitud templada del ministro Solbes , secundada por los ministros europeos, ofreciendo garantías de que nuestro sistema está en buenas condiciones para afrontar una época de turbulencias. Parece que algunos desearían una declaración explosiva que llevase a los inversores a lanzarse por los balcones, como en el 29 neoyorquino. Aún recordamos las consecuencias de dos desafortunadas declaraciones de Rodrigo Rato , recién llegado al ministerio de Economía, sobre una subida de tarifas de Telefónica y sobre una hipotética parada de reloj en la moneda única, que hicieron temblar a las bolsas españolas por unas horas.

Dicho esto, bienvenido sea que se hable de economía. Y cada uno sabrá cómo debe hacerlo. Descontados los fieles, Mariano Rajoy deberá medir si en el campo de los indecisos sólo habitan los crédulos capaces de tragar acríticamente con una nueva teoría de la catástrofe. Y José Luis Rodríguez Zapatero deberá explicar de manera muy didáctica por qué, si todo va tan bien, en los últimos meses algunas cosas van tan mal, como los precios de la cesta de la compra. El que no lo haga se arriesga a que el día 9 de marzo tampoco le salgan las cuentas.

*Periodista