Según un refrán español de portentosa obviedad y no menos portentosa precisión literaria, el vino es bueno, y más si el vino es bueno . Ahora bien; el vino podría ser mejor, más exquisito y saludable si cabe desde el mismo origen, si quienes desgranan las vides racimo a racimo dejándose los riñones bajo el implacable sol de septiembre, esto es, los vendimiadores, recibieran un trato de mayor dignidad y, desde luego, un salario en correspondencia con el esfuerzo empleado y con lo azaroso del trabajo eventual. En La Mancha, en la mayor extensión vitivinícola del mundo, y donde pese a eso sus excelentes caldos son del mundo también los grandes desconocidos, se conculcan todavía esos derechos del vendimiador por la desidia de algunos patrones y la codicia de algunos otros.

La cuestión, este año, parece radicar en el poco caso que han hecho esos algunos a la moratoria europea que impide a los trabajores rumanos y búlgaros contratarse in situ para la vendimia de la presente campaña, de suerte que al no haberlos contratado en origen, o bien con la debida antelación y cumpliendo los requisitos administrativos, se produce no sólo una situación denigrante, sino varias: de una parte, numerosos grupos de rumanos (alguno, como el que acampó en La Herrera, compuesto de unas 2.000 personas de diversos grupos familiares, desde ancianos a recién nacidos) deambulan por la ardentía manchega en busca de trabajo acampando en condiciones penosas; de otra, vuelve a darse el bochornoso espectáculo de los patronos o sus mayorales contratando ilegalmente en las plazas de los pueblos, éste quiero y éste no quiero según el vigor aparente de sus anatomías.

El Ministerio de Trabajo está interviniendo para que se cumpla la ley y se respete la dignidad del trabajo, en tanto que los algunos le plantan cara, ignorantes de que el vino, para ser bueno, necesita también decoro.