Esta semana, al pasar caminando al lado de una finca situada en las afueras de la zona urbana, observé que en el prado que rodea la vivienda y donde era habitual la presencia de cinco o seis ovejas pastando, ahora había un pequeño robot cortando el césped. Aunque encuentro más emotiva la estampa tradicional, soy consciente de que no se trata de un fenómeno nuevo, pues el desarrollo técnico que posibilita la ejecución de tareas sin la intervención de los animales domésticos y de las propias personas es algo que viene sucediendo desde hace siglos. Que una familia opte por sustituir un pequeño grupo de rumiantes por una máquina no representa una alarma medioambiental, lo lamentable e inquietante es la merma paulatina de parte de la fauna (grillos, saltamontes, abejas, gorriones, golondrinas…) propia de nuestro entorno como consecuencia de la desmedida actividad humana mantenida en el tiempo. Sin embargo, la amenaza de extinción de determinadas especies salvajes parece suscitar menor preocupación social que la manifestada por el estilo de los zapatos o teléfonos móviles puestos de moda.

recuerdos

Cáceres 2.0

José Ángel Marcelo de Aza

Cáceres

Antes de nada quiero hacer constar mi condición de cacereño, y el amor que profeso por esta tierra, desgraciada, que me vio nacer. Soy uno de aquellos tantos hijos que parió esta ciudad, y que tuvo que labrarse su futuro, buscando otros lugares donde poder conseguir sus metas. Hoy día, ya jubilado, doy gracias a los hados por haber escuchado mis plegarias.

Desde tiempos inmemorables, Cáceres ha sido el patito feo, o si se quiere designar así, ese pariente pobre que avergüenza y del que la familia no quiere saber nada. Es de esta manera, como he comprobado cómo, los distintos gobiernos de España, esos que deberían ejercer el papel potestativo de padres equitativos y justos con sus hijos, miran hacia otro lado sin querer ver la realidad de lo que acontece por estas tierras históricas y apesadumbradas.

Si la problemática que se da, pongamos como ejemplo en sus comunicaciones, hubiese tenido lugar en algún otro territorio de España, ya habrían rodado cabezas y los ciudadanos estarían exigiendo responsabilidades. Queden tranquilos los distintos gobiernos, no pasa nada, hablamos de Cáceres…

En mis tiempos como profesional comprometido, puedo alegar en mi descarga, que bregué por procurar la mejor asistencia para los niños quirúrgicos de mi ciudad. Fui denostado en su momento por el poder establecido, por el simple hecho de denunciar públicamente como la salud del niño quirúrgico cacereño, había retrotraído treinta años en la historia, en cuanto a calidad asistencial se refiere. Creo que los responsables de otras áreas sanitarias, distintas a las pediátricas, podrían mostrarse acordes con mis aseveraciones. Hoy día, sustituidos los tirios por los troyanos, la situación sanitaria en Cáceres no solo no ha mejorado, sino que ha empeorado notablemente debido a la ineptitud de sus gestores. Pero tranquilos, responsables del SES, no pasa nada, estamos hablando de la salud de los cacereños…

No voy a mencionar las cifras del paro que se dan en mi ciudad, ni hablaré de las tasas de abandono escolar que concurren entre los jóvenes cacereños, porque se me caería la cara de vergüenza.

Tampoco hablaré de los políticos cacereños ni de los padres de la patria extremeña, porque simplemente, si mi conciencia tuviese que decir algo, seguro que haría que quedasen en muy mal lugar.

Si quiero dirigirme sin embargo, a todos aquellos paisanos que se encuentran con las mismas vicisitudes que yo. A ellos me dirijo, y les recomiendo: ¡Hablad alto y procurad que vuestra voz se oiga!... Porque de lo contrario, solo nos queda volver a escuchar a Serrat cantando su canción de «Pueblo Blanco», para conocer cuál es el futuro que nos espera a todos.