El año pasado los establecimientos turísticos extremeños registraron más de 1,3 millones de visitas y en torno a 2,5 millones de pernoctaciones; la estancia media superó a Castilla-La Mancha o Castilla-León, nuestras principales competidoras en el turismo de interior ; la entrada de turistas extranjeros confirmó su extraordinaria evolución, con un aumento cercano al 20%; se abrieron 94 establecimientos con unas 2.500 plazas; y el turismo rural volvió a exhibir incrementos históricos --en torno al 50%-- de viajeros y pernoctaciones.

Al margen de su brillo y de la satisfacción que a todos nos autorizan a sentir, estos datos son muy significativos. Constatan, para empezar, un auge en el sector que no habría sido posible sin una política dirigida en principio a sentar las bases físicas de su despegue, y a convertirlo después en uno de los motores del crecimiento regional. Lo primero, mediante la provisión de infraestructuras de comunicación y equipamientos básicos; lo segundo, aplicándole las mismas estrategias de promoción empresarial que tan buenos resultados han dado en otras áreas de la economía regional.

XESOS SINTOMASx de la buena marcha del turismo regional revelan también la validez del método seguido en el diseño de las políticas públicas de apoyo al sector: diálogo y concertación con sus protagonistas. Pues esas medidas --desde las que alivian las necesidades de financiación de las empresas, a las que mejoran la cualificación de sus directivos y trabajadores, secundan su apuesta por la calidad, o colman las necesidades de promoción de sus productos-- se conciben, concretan y aplican atendiendo a las expectativas y necesidades de quienes han hecho del turismo uno de los culpables de que Extremadura encabece los índices nacionales de dinamismo empresarial y creación de riqueza y empleo.

Esas cifras demuestran, además, que el turismo ya no es la asignatura pendiente que la economía extremeña suspendía convocatoria tras convocatoria, sino una de las notas más brillantes de su currículo. Y confirman que este sector ha dejado de ser la ocasión perdida del pasado, para convertirse en elemento imprescindible de la estrategia con la que Extremadura deberá afrontar dos de sus grandes retos: mantener la viabilidad de las zonas rurales y aumentar la población. Pues el turismo no es sólo una herramienta idónea para ligar a la gente a su entorno y comprometerla con su conservación; es también el mejor medio de hacer compatibles estos valores con la prosperidad de las zonas de la región donde la población es menor y más envejecida. Y si somos capaces de aprovechar la oportunidad que ofrece una combinación única de recursos paisajísticos, medioambientales y culturales; servicios públicos a la altura de los de cualquier región de España; y la accesibilidad ligada a las nuevas autovías y al próximo AVE, no es aventurado pensar en Extremadura como lugar de residencia de quienes buscan esa calidad de vida que no tienen en sus lugares de origen o trabajo.

Esto me lleva a otro corolario de los datos que abren este artículo. Y es que, pese a constituir un techo con el que muchos nos hubiéramos conformado no hace mucho tiempo, la imagen del turismo en Extremadura que ofrecen esos indicadores no debe asumirse como el límite máximo de nuestras pretensiones, sino como el suelo en el que apoyarnos para aspirar a nuevos objetivos. Así, si ayer nos bastaba con que los turistas llegaran, hoy trabajamos para que pasen más tiempo entre nosotros. Si hace unos años nos conformábamos con que visitaran nuestras ciudades más emblemáticas, ya hay programas en marcha para que acudan también a otras localidades de sus comarcas. Si en el pasado la mayoría de los negocios turísticos giraban en torno al acervo monumental de la región, hoy se abren espacios en Extremadura para iniciativas tan distintas como las especializadas en el turismo de congresos, el termal, el de naturaleza, el ligado a la caza y a otros deportes o el relacionado con las enormes posibilidades que ofrecen nuestras aguas interiores; y tan sofisticadas como las dedicadas a atraer turistas y a cubrir sus ratos de ocio. Si décadas atrás Extremadura sólo podía ofrecer a los pocos turistas extranjeros que sabían de nuestra existencia malas carreteras para llegar a los escasos hoteles concentrados en unos pocos enclaves, el desafío del sector en los próximos años es no defraudar a los que, atraídos por una intensa labor de promoción, cada año en mayor número y desde los lugares más dispares, vienen a descansar en nuestros balnearios, a pasear por nuestras dehesas, a admirar nuestros monumentos, a divertirse en nuestras fiestas, o a contemplar nuestras aves. Y pocos hubieran apostado hace unos años porque la región lograría crear las sinergias entre instituciones, empresas y profesionales del sector imprescindibles para lanzar una candidatura creíble de Cáceres a capital cultural europea, y hacer del Año Jubilar de Guadalupe , con motivo de la celebración del centenario de la proclamación de la Virgen como patrona de Extremadura, un nuevo polo de atracción turística.

Entre el orgullo por todo lo que ya puede brindar al visitante y el afán por alcanzar nuevas cotas de calidad y variedad en su oferta turística, Extremadura acude a Fitur 2007 con una esperanza y una certidumbre... ambas igualmente fundadas: la esperanza de que las estadísticas sigan avalando los esfuerzos de todos los implicados en el progreso del turismo regional por cumplir los objetivos que su propio desarrollo le vaya marcando; la certidumbre de que el camino iniciado es el correcto.

*Consejero de Economía y Trabajo