Casi tan importante ya como las infraestructuras viarias, el desarrollo de los soportes tecnológicos se hace imprescindible en una sociedad que, como la extremeña, aspira a situarse en cotas equiparables a otras comunidades autónomas en lo que a comunicaciones se refiere. Frente a esta premisa, la realidad es bien distinta. Los criterios de rentabilidad que mueven a las principales operadores de telecomunicaciones en un mercado cada vez más competitivo provocan que las zonas periféricas y rurales dejen de ser atendidas por su bajo rendimiento comercial. Prácticamente todo el norte extremeño asiste quejoso al olvido de las grandes del sector, empezando por la privatizada Telefónica y siguiendo por otras firmas como Jazztel, Comunitel o Retevisión.

Este escenario, sobre el que pocas perspectivas de cambio existen si nos atenemos sólo a las cuentas de resultados, no es el más adecuado para hacer que Extremadura se suba al carro de las telecomunicaciones, un instrumento imprescindible precisamente para dejar de ser periferia. Y es que el sector privado tiene en Telefónica un operador de referencia que goza todavía de determinadas ventajas frente a sus competidores y que parece haber olvidado que hasta ayer su bandera residía en el servicio público a todos por igual.