XTxtras veinticinco años de Estatuto de Autonomía para Extremadura, quizá sea momento para hacer balance sobre la evolución histórica de nuestra región y su pueblo como verdadero agente de cambio social. Así, podremos fijar un saldo, que entiendo sería positivo ante los progresos habidos durante estos últimos decenios, a pesar de quienes no quieran reconocerlo desde posturas conservadoras de nuestro pasado más rancio.

Buena prueba de ello lo representan los jóvenes de hoy, que como se ha dicho hasta la saciedad, somos la generación mejor formada de la Historia reciente, mostrando valores de igualdad y solidaridad en esta sociedad democrática que debe seguir avanzando en la consecución de sus principios fundamentales.

Una cuestión pendiente para Extremadura es su papel en el marco de la comunidad internacional. Recordar que hemos vivido de espaldas a los continuos procesos sociales, políticos, industriales y científicos que tuvieron lugar en otras latitudes, y que marcaban un centro del cual estuvimos siempre muy distanciados.

Ahora, los extremeños estamos en disposición de poder ejercer nuestra relativa influencia en las decisiones que afecten a los pobladores del planeta, y quizás suene pedante o egocéntrico, pero no cabe duda que debemos partir desde nuestro propio convencimiento respecto a las posibilidades que tenemos a nuestro alcance para explorarlas y extrapolar sus resultados a otros ámbitos territoriales foráneos, con acento extremeño.

No hablo de quimeras, ni de ilusionismo popular, sino valga como ejemplo el valor añadido que supone para nuestra incipiente sociedad de la información la investigación y el desarrollo tecnológico del sistema operativo LinEx, que está siendo reconocido a nivel internacional por su grado de innovación y vocación de servicio público; además de servir como referente para potenciar la capacidad emprendedora entre las generaciones venideras, como eje vertebrador de una tierra de riqueza y bienestar general.

Yendo más allá de lo logrado hasta ahora, entrelazaría todos estos avances con la cooperación internacional que ofrece nuestro Gobierno autonómico para mejorar las condiciones de vida de quienes más padecen el subdesarrollo y el empobrecimiento por causas de guerras, hambre o epidemias, entre otras.

Así, sin dejar de reconocer el esfuerzo progresivo que realiza nuestra comunidad autónoma en favor de esta solidaridad internacional, aportando anualmente dotaciones para realizar proyectos de desarrollo, además de aumentar hasta alcanzar el 0,7%, debiera reforzarse gracias al factor humano de aquellas personas que estén dispuestas a contribuir igualmente en esta tarea. Me consta que hay hombres y mujeres desempeñando una labor encomiable en diversas zonas del globo, en especial en Latinoamérica y en el centro de Africa.

Y aquí entraría en juego la ciudadanía más joven --y no tan joven--, que pudieran tener la experiencia de conocer otras realidades y aprender de sus gentes, como cooperantes de otro modelo de globalización, que intervenga en los procesos de cambio en países en vías de desarrollo, trasladando sus iniciativas y conocimientos entre sus autóctonos para que lideren formas alternativas de participación cívica en estas nuevas sociedades democráticas, plenamente integradas en el mundo de mañana. Incluso, esta función del nuevo cooperante se podría articular en el marco de la formación reglada, permitiendo que nuestros jóvenes recibieran créditos para cursar sus estudios universitarios como cualificación profesional en este campo.

La meta es compleja de alcanzar, pero útil y satisfactoria, pues habría más países autónomos en su gobernación, libres de controles e imposiciones de terceros, que tendrían su voz y su eco internacional, en aras a construir un nuevo orden mundial, del que los extremeños podemos ser partícipes en este siglo XXI...

*Sociólogo