La inminente liberalización efectiva del mercado eléctrico nacional, que se pone en marcha con la entrada del año, tendrá sin duda un efecto psicológico importante sobre el consumidor final de energía, por cuanto a partir de ahora se podrá elegir libremente al distribuidor. Pero lo cierto es que son muchos, tanto expertos como el Gobierno y las propias compañías, los que dan por seguro que poco o nada se va a notar en el servicio final y en los precios, dado el constante descenso de tarifas que se viene registrando año tras año. En este contexto, el de la liberalización, Extremadura deja atrás por fin el oligopolio empresarial tácito formado por dos grandes del sector: Iberdrola y Sevillana de Electricidad.

Pero al margen de lo que pueda venir, parece llegado el momento de que, de una vez por todas, el consumidor tenga margen a la hora de decidir qué compañía le interesa más. En el caso extremeño, esta libertad de elección viene reforzada no solamente por una competencia vía tarifas, sino que el propio servicio, deficiente en muchas comarcas, debería ser determinante a la hora de poder contratar a una compañía u otra. Sin duda, la de la calidad debería ser una de las vías de penalización en esta nueva etapa del sector eléctrico en Extremadura, que tanto ha sufrido por los cortes de luz.