Cálida y polvorienta. Yerma y remota. Pobre y pintoresca. De gentes resignadas, conformistas. Ni un Melquíades que quisiera pasar por aquí. Todavía hay quien se atreve a pintar ese retrato de Extremadura. Cada vez lo son menos, afortunadamente. Porque esta tierra no tiene nada de exótica ni esotérica. Sí cuenta con un encanto especial que atrapa a todo el que la visita. Unos atardeceres que la autóctona que aquí escribe ha aprendido a apreciar gracias a esos visitantes hechizados por la mágica atmósfera de la gran desconocida. Pequeñas joyas que el lector no necesita que se le describan.

Qué belleza que el tiempo parezca haberse detenido en sus pueblos y tradiciones. Qué pena que lo haya hecho en cuanto a comunicaciones se refiere. Qué alegría que cada 8 de septiembre los ciudadanos sepan reivindicar justicia para su tierra. Qué triste que las autoridades no tengan un plan fijo para desarrollar la región. Hoy es la economía verde, cuando ayer promovían industrias negras. Hoy claman por un tren digno, cuando ayer dejaron que la red ferroviaria extremeña cayera en el olvido.

Más vale tarde que nunca eso sí. Pero igual que hablan aquí, que lo hagan en Madrid. Alto y claro. Entre secesionismos, desconexiones y crisis varias. Que hay una región que suplica por tender puentes para desarrollar su potencial. Que no quiere quedar en la nada absoluta, el olvido. Viviendo de falsas esperanzas. De fábricas bananeras como la que destruiría Macondo.

Más que de realismo mágico es de surrealismo vergonzoso que el Talgo vuelva como solución ferroviaria. Treinta años después. Lo dejamos sustituir hace siete años por los trenes regionales. Permitimos otro paso atrás. Igual que dejamos eliminar trayectos, cerrar estaciones, envejecer vías. Hay quien dirá que de poco vale mirar al pasado. Sí que sirve para aprender a encarar el futuro. Para evitar el peligroso círculo vicioso entre incomunicación y despoblación que acecha a esta tierra.

Por fortuna, tal y como dijo en alguna ocasión Gabriel García Márquez, «Macondo no es un lugar, sino un estado de ánimo que le permite a uno ver lo que quiere ver y verlo como quiere». Ojalá este Día de Extremadura haya servido para dar un impulso a la región de oportunidades que todos queremos ver.