Asisto perplejo al debate de los estatutos de autonomía, debate que se parecen cada vez más al juego de La defensa del castillo . Un equipo, el nacionalista, intenta por todos los medios colar en el texto la palabra nación o alguno de sus sinónimos. El otro, el guardián de las esencias patrias, intenta impedírselo.

Jamás se había producido un debate tan erróneo y superfluo en España, estado que, después de Bizancio , se lleva la palma en discusiones bizantinas. Erróneo porque cada uno de los participantes le dan a la palabra nación no el significado que realmente tiene, sino el significado que ellos quieren que tengan. Y superfluo porque lo que se quiere en realidad no es mejorar un estatuto sino atacar al contrario.

Voy a suponer que este debate nace viciado porque no se entiende realmente qué significa la palabra nación , ni qué significa la palabra estado . Supondré también que se cree, de buena fe, que la nación es superior a la región. nación es una unidad social o prepolítica. Se llama así al conjunto humano en el que se da cierta comunidad de ascendencia, historia, cultura, lengua y costumbres comunes. Nada más.

Por el contrario, estado es una comunidad política perfecta. Como tal, consta de tres elementos: Territorio, con fronteras definidas y soberanía sobre el suelo, subsuelo, espacio aéreo y aguas jurisdiccionales. Población: ciudadanos, considerados como individuos o como grupos preestatales (naciones). Organización política: Plena, pues tiene soberanía interna y externa y autarquía política. Es decir, el Estado dispone de los medios necesarios para organizarse a sí mismo, sin necesidad de ayuda exterior.

¿Dónde está pues el origen de la disputa? En la Constitución de 1812, que establece en su artículo primero que "La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios". Se usa la palabra nación por estado . Sin embargo, el error tiene una explicación. El siglo XIX es el siglo del nacionalismo, del romanticismo. El sentimiento de nación lucha contra la tiranía de los imperios. Los españoles que redactaron La Pepa tienen en ese momento el sentimiento de nación porque el Estado español, como comunidad política perfecta, no existe en marzo de 1812.

Un Estado puede englobar varias naciones. Y no pasa nada. ¿Y si esas naciones reclaman la independencia y quieren convertirse en estados? Yo opino que nada es inmutable. Los españoles del siglo XIX y del siglo XXI sentimos a España como nación, pero hay personas que no tienen ese sentimiento. Para mí España es una realidad ilusionada pero sé que para algunos no lo es.

Podía soslayar el tema o podía decir que las Fuerzas Armadas tienen como misión defender la integridad territorial de España. Sólo apuntaré dos ideas. Primera: las bayonetas sirven para todo menos para sentarse sobre ellas. Segunda: hablando se entiende la gente.

No voy a alargar este artículo buscando el hecho diferencial extremeño. No existe. Tampoco forzaré el trazado de las antiguas fronteras para hacerlas coincidir con los límites extremeños. Sería una empresa abocada al fracaso o a la mentira. Pondré un ejemplo. El 23 de mayo de 1158 la frontera entre los reinos de León y de Castilla es la Vía de la Plata. Media Extremadura es Castilla. La otra media León. Lo más parecido que podríamos encontrar en un mapa a la actual Extremadura es la Real Audiencia de Extremadura. Y eso ya en 1790.

Extremadura es una región, nueva y sin un hecho diferencial. ¿Y qué? ¿Debemos sentirnos inferiores porque nuestra región no sea una nacionalidad histórica? Todo lo contrario. Extremadura, y España, siempre han sido una encrucijada, un lugar de encuentro. No tenemos sangre pura. Afortunadamente. Por nuestras venas corren muchas sangres, en nuestro patrimonio artístico y cultural convergen cien culturas. No tenemos el peligro de la degeneración endogámica. Acogemos siempre con agrado a los que vienen de fuera. Nuestra lengua, el castellano (digo el castellano, no el español) sirve para lo que deben servir todas las lenguas: para comunicarnos con el mayor número posible de personas. No sirve de barrera, ni de instrumento de discriminación.

¿Se quiere más cuando sólo se quiere a una nación? Las almas verdaderamente grandes no ponen límites al amor. Y el nacionalista es el que sólo puede amar a su nación porque su capacidad de amar no da para más.

Dejemos que Extremadura siga siendo una región. Porque si la convertimos en nación, corremos el riesgo de que algún extremeño vea mermada su capacidad de amar. Y hay que amar a Extremadura, a España y, además, guardar un poco de amor para dárselo también a Europa.

*Catedrático de Historia