Decir que no son inquietantes los datos de la Encuesta del Plan Nacional sobre Drogas en Extremadura supone, sin duda, un nada disimulado intento por no querer encarar un problema, enquistado desde hace años en la sociedad española y de muy difícil erradicación. Si alarmantes son algunos datos referidos al temprano consumo de diversos tipos de estupefacientes (los jóvenes extremeños reconocen haber probado la cocaína a una edad media de quince años), más peligroso resulta encontrarse con la positiva percepción hacia algunos tipos de drogas, por lo general el cannabis. Estos planteamientos, que implícitamente llevan aparejado un altísimo grado de socialización del consumo de droga entre los más jóvenes, son precisamente contra los que hay que luchar para hacer de la prevención una política de éxito.

Por alarmantes que parezcan, los últimos datos de la Encuesta del Plan Nacional sobre Drogas referidos a Extremadura sitúan a nuestros jóvenes no muy lejos de las querencias de cualquier muchacho español, incluso en lo que hace referencia al inicio en el consumo, por esporádico que sea, y al grado de aceptación de algunos productos ilegales. Pero, desde luego, el hecho de compartir similitudes con otras latitudes autonómicas no es en este caso un consuelo.