Varios factores hacen casi imposible que las protestas contra la guerra de Irak que, en el último mes, se han vivido en las ciudades y pueblos extremeños sean a partir de ahora numéricamente tan amplias como las manifestaciones desarrolladas en este mismo periodo. En primer lugar, se da un comprensible cansancio de mucha gente que ya ha salido varias veces a la calle. En segundo término, la guerra de Irak está prácticamente acabada, aunque quede por delante una dramática posguerra de muy complicada resolución. Y en tercer lugar, el éxodo vacacional con motivo de la Semana Santa apartará a muchos de la actualidad del conflicto.

Pese a todo, en la calle aún permanecen los ecos de las protestas contra la actuación aliada en el Golfo, con manifestaciones espontáneas, la colocación de carteles en ventanas y balcones... Conducir ese caudal cívico hacia formas de movilización política que no acaben languideciendo entre el hastío general es una responsabilidad de los partidos políticos, los sindicatos y los colectivos que han sabido canalizar hasta ahora el enorme malestar creado por el belicismo de EEUU y el inexplicable apoyo que le ha brindado el Gobierno de Aznar.