WLw os delirios de grandeza con trasfondo electoralista que han caracterizado no pocas actuaciones de la Generalitat valenciana desde que la ocupa Francisco Camps se están viendo seriamente tocados por la realidad de la crisis. La Valencia liderada por el PP no ha tenido más remedio que dar por insostenible la continuidad de uno de sus proyectos estrella, la organización del Gran Premio de Europa de fórmula 1, porque le genera un déficit de más de 20 millones de euros anuales.

Es preciso recordar que la concesión de ese GP se fraguó en vísperas de las elecciones autonómicas y municipales del 2007, y que Bernie Ecclestone, que hace y deshace a su antojo en la F-1, condicionó públicamente la adjudicación a que Camps y la alcaldesa Rita Barberá ganasen los comicios. Un grosero anzuelo que funcionó. Pero la viabilidad financiera del antojo se basaba en los beneficios de la urbanización del entorno del puerto --por donde discurre el circuito de la carrera-- y la crisis ha truncado el cuento de la lechera. De esta forma, Camps ha quedado atrapado en su maniobra y ahora está en manos de un Ecclestone con el que tiene muchas similitudes en cuanto a ambición y el método para verla satisfecha. Las víctimas, como suele suceder, son los fondos públicos, y en este caso, además, los aficionados al motor, con cuya ilusión se mercadeó electoralmente. Lamentable.