Me causan cierta repulsión esas parejas que están constantemente declarándose su amor en Facebook u otras redes sociales mediante románticas fotos y comentarios. Me parece de una cursilería y un exhibicionismo atroz. La cosa se agrava sobre todo cuando conoces la turbia realidad de alguna de esas parejas y, bueno, recuerdas aquella noche en la que...

Sin embargo, como no soy el tipo más coherente del mundo, reconozco que también he hecho alguna vez esto mismo que rechazo, quizás intentando ganar puntos con mi chica o para restregarle a todo el mundo lo felices que supuestamente somos.

Como tantas otras cosas, esto no lo inventó Facebook, aunque parezca que sí fue así. Ancestral es lo de marcar tus iniciales y las de tu amada (o imaginaria amada) en un árbol con una navaja o en una pared con un rotulador. En este caso, se suele añadir la fecha, como intentando darle una extensión en el tiempo. Luego está la enorme bobada de esos puentes en los que se puso de moda en su momento dejar un candado como símbolo de amor eterno entre dos personas. Los ayuntamientos tienen que hacer limpieza ahí de vez en cuando porque si no la estructura puede venirse abajo con tanto cacharro oxidado. Y tiene tela también lo de los tatuajes. Ya sabemos que a veces hay que recurrir al láser o a la ‘reestructuración’ y convertir una ‘s’ en una serpiente de cascabel (cierta lógica ahí, eh).

Lo único de este tipo que desde mi sucio cinismo puedo perdonar es lo que hacían (y hacen) algunos transportistas cuando en el parabrisas de sus vehículos serigrafían el nombre de sus parejas como muestra de devoción. Ves pasar un camión con «Ramona» bien visible y en letras grandes y te enterneces pensando en lo dura que tiene que ser la vida en la carretera y que en muchos casos los encuentros se espacien en el tiempo.