La llegada de Alberto Ruiz-Gallardón a la parrilla de salida de la carrera para suceder este otoño a José María Aznar al frente del PP parece haber desconcertado a muchos dentro de su propio partido. A su merecida fama de hombre menos autoritario y más centrado que los actuales líderes populares se une ahora el éxito personal de alcanzar la alcaldía de Madrid, una plaza simbólica. Ruiz-Gallardón tiene, por tanto, un innegable cartel para poder disputar la herencia a quienes hasta ahora aparecen mejor situados: Rodrigo Rato, Mariano Rajoy y Jaime Mayor Oreja.

Los sectores más encendidos del aznarismo, tanto en el partido como en los medios de comunicación, contemplan con preocupación el crecimiento de la figura del joven político madrileño. Por eso una conversación privada suya con los socialistas José Blanco y Rafael Simancas, en la que expresó su apoyo a algunas tesis socialistas en el escándalo de Madrid, ha sido interpretada como la prueba del nueve de que Gallardón es una especie de colaboracionista con el PSOE. Está ahora por ver si el tono liberal de Ruiz-Gallardón tiene espacio en la cúpula del PP o es aplastado por quienes no toleran ni un gramo de independencia de criterio.