Catedrático de Derecho Constitucional

España es un país constitutivamente federal, pero políticamente es de un centralismo exasperante. Después de más de 20 años de Estado autonómico y de la aceptación prácticamente generalizada de que la decisión sobre la estructura del Estado fue la más importante de las adoptadas por el constituyente de 1978, resulta que hemos acabado considerando todos que la batalla más decisiva de las elecciones autonómicas y municipales celebradas el pasado domingo ha sido la batalla del Ayuntamiento de Madrid. No la de la comunidad, que es la unidad de descentralización política del Estado prevista en la Constitución, sino la del ayuntamiento.

Madrid es la única autonomía en la que se produce el disparate de que la parte es más que el todo. ¿Se imagina alguien que Jordi Pujol hubiera podido abandonar la Generalitat para intentar recuperar para CiU el Ayuntamiento de Barcelona o que Manuel Chaves hubiera abandonado la presidencia de la Junta de Andalucía para recuperar el Ayuntamiento de Sevilla? Y sin embargo, esto es lo que ha hecho el PP en Madrid, trasvasando a Ruiz-Gallardón del Gobierno de la comunidad al ayuntamiento, en una finta que no sorprendió a nadie y que entendió todo el mundo.

Madrid es políticamente más que Madrid en cuanto unidad de descentralización política del Estado. A pesar de que la reestructuración del Estado ha sido muy intensa, políticamente España sigue siendo centralista. No tanto como en el pasado, pero sí mucho. No sé si hay muchos ciudadanos que comparten la irritación que me produce el fenómeno, pero creo que vale la pena llamar la atención sobre él, porque, como el burgués gentilhombre de Moliére, en este terreno hablamos en prosa sin saberlo.

Hasta mañana, miércoles, en que se haga el recuento de los votos por correo y se contabilicen los votos de los emigrantes, no se conocerá la composición definitiva de la Asamblea legislativa y, en consecuencia, no se sabrá si el PP ha mantenido o no el Gobierno de la comunidad. Por el momento, es la coalición de PSOE e IU la que dispone de la mayoría parlamentaria y parece probable que la mantenga mañana.

Si así fuera, la operación de trasvase de Ruiz-Gallardón no habría supuesto una ganancia neta para el PP, sino que habría tenido un coste considerable. Tras la culminación del proceso de transferencia, el peso de Madrid comunidad es enorme, comparable únicamente al de Cataluña y Andalucía y, en consecuencia, que el Gobierno sea del PP o de PSOE e IU es de importancia capital para valorar políticamente el resultado electoral.

En todo caso, la diferencia entre el porcentaje obtenido por el PP en Madrid capital y el obtenido en la comunidad subraya todavía más la victoria personal de Alberto Ruiz-Gallardón. Aunque no lo podremos saber nunca, creo que se puede afirmar con fundamento que el PP habría mantenido el Gobierno de la comunidad con Ruiz-Gallardón como candidato y que, si no ha perdido con más claridad, ha sido por el arrastre de su candidatura en el ayuntamiento.

A la inversa, la apuesta personal de José Luis Rodríguez Zapatero por Trinidad Jiménez, si bien no puede considerarse como un completo fracaso, sí ha puesto de manifiesto una de las debilidades del proyecto socialista para volver a ser partido de gobierno en España.

Alberto Ruiz-Gallardón, como candidato a alcalde de Madrid, además de ser una buena opción electoral, da credibilidad al PP como partido de gobierno de España. De Trinidad Jiménez no puede decirse lo mismo, independientemente de su valía personal, que no discuto. Pero no había nada en su trayectoria profesional que la avalase como candidata a la alcaldía de la capital de España. Y un candidato debe ser percibido por los ciudadanos como alcalde, aunque después no lo sea.

Cuando esto no ocurre, no solamente no se consigue la alcaldía, sino que se siembran dudas sobre la solidez del partido que propuso al candidato. Esta lección, el PSOE no debería echarla en saco roto.

Por lo demás, el efecto más inmediato de la batalla de Madrid es el ingreso de Ruiz-Gallardón en el reducísimo grupo de políticos con capital electoral propio contrastado. Ninguno de los demás posibles candidatos a suceder al actual presidente del Gobierno puede decir lo mismo.