La sentencia del Tribunal de Justicia de la UE que obliga a España a igualar las indemnizaciones de los trabajadores eventuales y los fijos tiene una enorme trascendencia y cuestiona de raíz uno de los grandes males de nuestras relaciones laborales: la dualidad del mercado de trabajo. Con una lógica impecable, el fallo establece que es inadmisible una disparidad de derechos que permite indemnizar a un asalariado eventual con 12 días por año trabajado frente a los 20 que percibe un empleado fijo. España no es el único país de la UE con este doble rasero, pero lo ha aplicado con fruición, lo que explica que el 20% de los trabajadores sean eventuales, una singularidad a la que las reformas laborales de los últimos años han contribuido poderosamente. El Gobierno que España necesita con urgencia tiene otro motivo para situar como objetivo preferente una nueva reforma laboral. Quienes estén tentados de aplicar la sentencia europea igualando por abajo las indemnizaciones de los empleados fijos y los temporales deberían meditarlo bien, porque las facilidades existentes hoy para el despido no han favorecido como se esperaba ni el empleo estable ni unos mejores salarios, que es lo que al fin y al cabo conduce a una economía sana y con bases sólidas. Y a un país más justo.