En muchas calles de nuestro país se produce el esperpento de las falsificaciones a gran escala. Nunca he entendido bien llevar algo o ponerse algo que no es más que una copia. Porque se nota, en cualquier detalle: un color más apagado, una letra más cerrada, el anagrama más pequeño, etc. Detrás de ello nos encontramos, al menos, con delitos contra la propiedad intelectual e industrial. Y desde luego, a nadie se le escapa que se trata de empresas dedicadas a ello, que utilizan e instrumentalizan situaciones personales malas, (personas con escasos recurso, inmigrantes, etc) para llevar a cabo lo que podríamos denominar ventas ilegales de productos no autorizados. De hecho, en algunos casos, lo están vendiendo cerca de grandes almacenes con las marcas originales a sólo dos pasos de esos puestos.

Puede resultar, como consumidor de los top manta, jugar con cierta ventaja el hecho de comprar una prenda o una película, al precio más bajo de la original, no perdiendo eso sí la perspectiva de que se trata de una copia hecha, sin autorización y bajo el estigma de la ilegalidad. Porque a nadie se le escapa que no hay diez euros a un euro. Y más, cuando detrás de todo ello, está una industria criminal, bien organizada, y que utiliza a personas con escasos recursos para hacer valer su lucrativo negocio. A lo que habría que añadir que se está generando grandes pérdidas en esas empresas que resultan copiadas. Por lo que sobre estos temas no se debería frivolizar, porque en el caso de la propiedad intelectual están en juego no sólo los intereses del mercado, sino la labor de miles de autores, que dada las cifras, llegan hasta donde llegan.

Recuerdo un caso de la detención de unas personas por causa de la incautación de prendas y productos de marcas de lujo, y como los que la portaban formaban parte de una organización que tenía hasta planificada la plantilla de las personas que supuestamente conforman el top-manta. Vamos que aquello formaba parte de una estructura criminal bien organizada.

Porque con ser reprobable la venta de productos y copias de películas o de música falsificadas, lo más grave es el uso que esas mafias están haciendo de las personas, muchos de ellos inmigrantes, las dejan al albur cuando se producen las incautaciones y los reconocimientos por las fuerzas de seguridad. Detrás de estas ventas, aparentemente de subsistencias, se esconden verdaderas mafias, sobre las que hay que actuar y luchar contra todas ellas. Porque, en ocasiones, además detrás de ello podemos encontrarnos con posible tráfico de personas, bajo coacciones; y prevaliéndose de situaciones de verdadera precariedad personal y económica de muchas de estas personas.

Se dice de nuestro país que es un campo con especial incidencia este tipo de organizaciones criminales, que las falsificaciones y copias ilegales de películas y músicas, entre otras, campean con cierta facilidad. Y esto no es muy recomendable en un marco en el que se supone está detrás todo el componente intelectual y cultural de un país. No es poca cosa esta, y más, cuando algunos tratan de justificar bajo la demanda de un mercado, como si los ciudadanos les diera igual que todo este comercio conformara parte de una mafia, en la que se aprovechan de personas, para hacerles rehenes de sus negocios lucrativos. Y esto no es así, y además, no debiera ser barato delinquir a estos niveles de gran escala, y cuando en el sustrato de todo ello subyace la utilización de personas, captadas en no muy buenas condiciones personales, sociales, familiares y económicas.