Maestro

Concluirá el año y nos faltarán casi una centena de mujeres, sin contar las que se quedaron en el empeño de llegar desde la miseria de Africa, porque sus ¿compañeros? han decidido hacer realidad aquello de que hay amores que matan. Mientras, en Galicia, miles de mujeres acostumbradas a pelear con el mar en busca de su sustento y a esperar la vuelta de los embarcados, están condenadas a ver pasar el tiempo de un futuro negro, tan negro y tan desesperanzado como el de sus paisanas madres contra la droga. En nuestros pueblos, las mujeres que arrimaban, además de todo su trabajo en el hogar, un jornal más cuando había tajo, se llenarán de tristeza al ver cómo algunos de los suyos, o incluso ellas con los suyos, tendrán que abandonar el lugar donde nacieron y viven, porque la entrada en vigor de un decreto les niega la posibilidad de vivir con dignidad a los sin tierra. Mientras esto sucede, nos han visitado dos mujeres. En Mérida, el paradigma de la mujer, mujer, la señora de Aznar, nos viene a decir que estamos muy retrasados en no sé cuántas cosas, y que ella apoya al actual alcalde para candidato a la regiduría de la capital autonómica. Pues qué bien. Para ese viaje no hacen falta alforjas, porque ya lo sabemos y llevamos unos cuantos años, desde que somos comunidad autónoma, luchando, con Ibarra a la cabeza, para corregir esas desigualdades heredadas de épocas anteriores. Por cierto, lo de que somos vagos pregúntenlo en todos los lugares en los que un extremeño o una extremeña ha tenido la oportunidad, negada en su tierra, de trabajar. Si no, mucho más fácil, pregunte a aquéllos que han podido satisfacer su deseo de volver a sus pueblos a disfrutar de un buen merecido descanso tras el dolor de trabajar fuera de su tierra porque no había oportunidades. Podríamos remontarnos incluso a la construcción del Canal de Panamá, en la que era reconocida la capacidad de trabajo de los extremeños, mayoritariamente hurdanos, que aportaron sus esfuerzos y algunos hasta su vida. En Cáceres tuvimos más suerte. Nos visitó Carmen Alborch. Una mujer de una vez. Llenó el Ateneo y disertó sobre Malas, título de su último libro. Lo presentó otra Carmen, que quiere ser nuestra alcaldesa. En Cáceres una mujer fecunda en ideas irradió seguridad en sus propuestas. En Mérida estuvo la autora de un libro de cuentos de siempre. Por cierto, no sé qué paso con Pinocho pero, a la vista de los últimos acontecimientos, tal parece que hubiera procreado y que sus descendientes más directos fueran algunos de quienes gobiernan, aunque a lo que se ve, han corregido el crecimiento del apéndice nasal que delataba cuando faltaban a la verdad.

Por lo demás, la desaparición de los hombres de negro de CQC ha sido más fácil para quienes se sentían molestos con su presencia que lo será la desaparición de la ya reconocida marea negra que azota Galicia. Por lo demás, trabajar en nuestra ciudad depende de un sorteo. Así lo denuncia un vendedor con veinte años de antigüedad en Cánovas por Navidad que este año no puede vender. Mientras firmaba en el folio que me ofreció pensaba: las licencias suponen ingresos para el municipio. Si hay tanta demanda, ¿no hay más sitios en Cáceres para instalar puestos de venta en Navidad?