La familia es el hogar de la primera sonrisa. Sonreír es algo que no puede hacer ningún animal. El niño, al reconocer a su madre, sonríe. Es el primer cántico de gratitud a la vida que sale del niño. En la familia despierta el niño como hombre y se percata que está con los otros. Descubre a sus padres, hermanos, amigos, abuelos, vecinos y desde aquí todo. En ella se forja la personalidad del hombre del futuro. Todos sabemos que las primeras experiencias sentidas y vividas, incluso a nivel inconsciente, marcan al niño para toda la vida. Cuando hay una sana convivencia se está ayudando a desarrollar una personalidad equilibrada.

La familia es la base más firme, el pilar más seguro y el valor más cotizado de la sociedad a pesar de los fallos y sombras que hoy la envuelven. Es el telar de convivencia donde se aprende a ser hombre, dando y recibiendo, sirviendo y siendo servido, amando y siendo amado. Donde falta de esto, allí está la ruina; donde esto está presente, surge la vida con ideas y formas nuevas.

La familia, hoy hace aguas. Los instintos de la jungla: la voluntad del poder y las corrientes ideológicas de turno, como viento impetuoso, azotan a la familia y la están convirtiendo en un jardín sin tapia, en una casa de tesoros siempre abierta a los transeúntes y sometida a trampas que conmueven sus columnas: la fidelidad, confianza, transparencia, generosidad, respeto, paciencia, alegría, sentido del humor y, sobre todo, el amor.