Dramaturgo

En mi casa éramos trece hermanos (y somos, afortunadamente), trece bocas y veintiséis zapatos. Mi madre, como la mayoría de las madres de familias numerosas, era una experta en aprovecharlo todo desde los abrigos a las cáscaras de naranja secas. Por eso saludo alborozado y me emociono al conocer la noticia de la creación de ese órgano de protección de familias numerosas que la Junta de Extremadura propicia y que Jesús Pagador como padre múltiple, sugiriera. Pero desde ese alborozo quisiera reivindicar. Yo exijo que se concedan indemnizaciones a aquellas familias víctimas de la propaganda reproductiva del régimen que se llenaron de hijos porque Dios, la Patria y el ginecólogo de turno así lo mandaban. Pido, al igual que se hizo con los militares de la República, unas compensaciones con efectos retroactivos para remediar (en lo posible) aquellos años de penuria que sufrieran los que como ciudadanos ejemplares entregaron montones de ciudadanos y ciudadanas a España. Aquella contribución no fue baladí porque gracias a ella nuestro país tuvo más consumidores, más soldados en su ejército, más castañuelas en los servicios sociales y coros y danzas, más estudiantes universitarios y más inteligencia, ya que la supervivencia de las familias numerosas se basaba en alardes de imaginación creativa (no se pueden imaginar ustedes las mil variedades de comidas que se pueden extraer de un simple pollo). ¡Ah! Y un reconocimiento nacional y público porque de aquella locura reproductiva, surgió una España más racional que supo controlar su natalidad por encima de la media europea (la acumulación de gente en cincuenta metros cuadrados de piso es uno de los mejores anticonceptivos).