TEtn este enésimo episodio del forcejeo que Ruíz Gallardón mantiene con la todavía cúpula del Partido Popular para que le dejen meter baza, el alcalde de Madrid ha vuelto a exhibir sus poderes, esas mayorías absolutas que obtiene, comicio tras comicio, sin despeinarse. A Rajoy , que cuenta sus batallas electorales por derrotas, eso tiene, sin duda, que intimidarle, pero lo raro es que, pese a eso, no se haya parado a pensar que esos poderes son ficticios: los votantes de derecha, en Madrid, votarían al mismísimo diablo (Gallardón lo es, de hecho, para gran parte de ellos), con tal de cerrar el paso a la izquierda en el camino de la recuperación del gobierno de la capital. Si a esto se le añade el hecho de que el único partido de izquierda con posibilidades de disputarle al PP ese gobierno, el PSOE, hace tiempo que renunció a esa lucha (cual acredita la disparatada designación de su candidatos a la alcaldía, particularmente la del último, aquél Sebastián ), queda descubierto y desactivado el farol gallardoniano deque él ha nacido, mayormente, para ganar.

Sin embargo, si sus rivales del partido en la lucha por el poder (interno primero, externo después) se incomodan tanto con Gallardón, es porque se creen, contra toda lógica como queda establecido, la fantasmada, esto es, porque en su simplicidad piensan que, en efecto, el chico tiene más tirón que ellos, lo cual para una Aguirre , un Acebes o un Zaplana tiene que ser devastador. Se trata, en todo caso, de un ocioso rifirrafe: la derecha votará al que consiga, sea quien sea, presentarse al final.

*Periodista