Un castillo hinchable, concebido como una instalación dedicada al ocio y a la diversión de los más pequeños, se convirtió el domingo en una artefacto mortífero a causa de un accidente que le causó la vida a una criatura de 6 años y causó heridas a seis más en un restaurante de Caldes de Malavella (La Selva). Al drama familiar y a la conmoción general que despierta un suceso de esta naturaleza, le sigue necesariamente una exhaustiva investigación para esclarecer las causas y fijar responsabilidades. Empiezan ya a conocerse, a falta de las conclusiones del peritaje policial en marcha, posibles irregularidades administrativas. Para la instalación de este tipo de aparatos se exige el certificado de un ingeniero que debe conceder el ayuntamiento o una entidad colaboradora de la Administración, lo que garantiza su correcto montaje y funcionamiento. La norma incluye cualquier instalación que aunque se encuentre en un recinto privado sea de uso público. El drama nos debe servir de dura advertencia y de aviso para quienes gestionan este tipo de actividades. Cuando se trata de garantizar su seguridad todas las medidas de control y vigilancia deben extremarse. No hay atajo que valga y menos aún cuando la vida de unos niños está en juego.