TDtefinir la felicidad no es fácil. Hay quien la siente en instantes concretos (fogonazo de luz dorada en Cánovas una tarde de otoño y sol; amanecer en una casa rural recién amado o amada; la mirada limpia de un hijo cuando te agobian mil inquietudes; un trozo de tocinillo de cielo de las clarisas de Jerez; un movimiento de cualquier sinfonía de Bruckner ...). Es más sencillo definir la infelicidad porque convive de forma natural con nosotros y se multiplica conforme se multiplican nuestras ambiciones (poder, dinero, éxitos, belleza...).

Hay algunos que envidian a los seres que, por su primitivez, parecen felices. Pero ya lo dijo Montesquieu, "Qué felices serían los salvajes si supieran que son felices". Hay algunos, también, que creen descubrir la felicidad por los signos externos. Me cruzo diariamente cuando voy a mi trabajo con una niña muy guapa que siempre sonríe. Es la imagen viva de la felicidad y tal vez lo sea. Quien la lleva de la mano, supongo que su madre, refleja en sus ojos una pena honda. La niña me saluda, como saluda a todos los que se cruzan con ella, y llega hasta el autobús que la espera, sin apagar su sonrisa de ángel. Un día me fijé en el rótulo del autobús y vi que era el transporte de un colegio de educación especial. En un mundo humano que no fuera éste, podríamos decir que esa niña era feliz, completamente feliz, aunque no sepa por qué, como la mayoría de nosotros. Pero la mirada de la madre, esos ojos profundos y tristes, me señalan que conoce muy bien el grado de felicidad al que puede aspirar su hija, el futuro que la acogerá (a ella y a todos nosotros) si esta sinrazón en la que estamos sumergidos, acaba triunfando definitivamente.

*Dramaturgo