TEtn cierta ocasión fui invitado a pregonar las ferias de un lugar que estaba muy lejos de mi casa (ojo al detalle) y con una tormenta en el trayecto. Yo, encantado, y mis conocimientos del lugar al día gracias a la enciclopedia que tengo en mi casa. Reconozco que aquel pregón, mi primer pregón, me hizo ilusión pero introdujo en mí un interrogante que aún estoy por resolver. ¿Por qué yo que no tenía ninguna vinculación con ese lugar? Luego supe que había corrido una lista de personas y me tocó la china. La llegada fue una prueba de sinceridad que desde aquel día define a ese pueblo en mis interiores como un pueblo noble y sincero. A mi pregunta sobre si era tradición lo de pregonar las fiestas allí, me respondieron que sí, que ése era el segundo año que se hacía, y a mi pregunta sobre el nombre del pregonero que me precedió, dijeron que no se acordaban pero que era un profesor o uno de la Junta.

Pregoné casi a la una de la madrugada porque la tormenta no cesaba. Quise hacerme el gracioso hablando del Real Madrid que jugaba un partido de verano y me pitaron los quince que me escuchaban porque en ese pueblo son del Bar§a, y me volví a casa con un llavero del pueblo, una revista de ferias, y una tormenta rondándome durante cien kilómetros. Pregonar por pregonar no trae cuenta. Y rellenar programas de ferias con el primer chisgarabís (como yo) que uno encuentra, menos. Allí, como en otros muchos pueblos y ciudades, lo importante eran las cuatro orquestas (ninguna extremeña) que se llevaban el presupuesto anual de cultura y que hacían bailar a una docena de abuelos. "Los jóvenes prefieren bailar en la discoteca". Me comentó el que me dio el llavero.

*Dramaturgo y directordel consorcio López de Ayala