TAtyer terminaba el viaje, Fernando. Ayer mismo. Recorriste muchos kilómetros, París era París, y había que llegar. Josechu se quedó en el camino, Paco dicen que llegó, tú seguías. Ayer era el final y tú llegaste.

Mala hora en la que una voz amiga me dijo que habías muerto. Que Fernando Tomás Pérez González, mi amigo, mi compañero de las pequeñas filosofías de niños, ya no estaba. Que el director de nuestra Editora Regional había fallecido en ese veinticinco de agosto desabrido. Mala hora en la que anuncian las despedidas.

El camino era París entonces, el arte siempre, la estética y la ética como permanencias. El camino era el lugar donde aposentar tu serenidad, tus tiempos despaciosos y ricos de silencios, tu ritmo, Fernando. Era el intento de alcanzar el todo, como decía el maestro Sanz del Río, que krausistas al fin son quienes se abrazan con Dios desde la senda de la razón. Allí estás, hermano, allí contemplarás ese absoluto que te hizo conocerte.

Y aquí nos dejas. Agosto es, como siempre, vano, y los aprendices desesperados (¡cuánto aprendí de ti al dejar ese sillón de la Editora y ver cómo tú lo asumías!) por aquí seguimos intentando completar nuestro viaje. Adiós, Fernando. Adiós a la palabra que guiaba otoños, que firmaba elegancias, que sugería reflexiones, y publicaba aciertos. Adiós a una época en la que valía la espera y los silencios se pesaban en paños de oro.

Y mi abrazo emocionado a los tuyos, a tu esposa, a tus hijos, a tus hermanos (Isabel, un beso muy fuerte, Miguel Angel...todos), a María José, Elías y compañeros de la Editora. Y un recuerdo, hijo digno de Pérez Marqués, a quienes como yo te queríamos de verdad. Estamos desolados.

* Dramaturgo y directordel Consorcio López de Ayala