El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, firmará hoy el decreto de disolución de las Cortes, que pone fin a la legislatura, y convocará oficialmente elecciones legislativas para el próximo 9 de marzo. Se trata de un trámite obligatorio establecido por el estricto calendario constitucional, pese a que el ciudadano tenga la percepción, razonable, de que la batalla electoral comenzó hace meses, e incluso de que la acción del Gobierno y la de la oposición lleva tiempo girando en torno a esa convocatoria a las urnas.

Los partidos llegan bastante igualados, según los sondeos, a la cita de marzo. Los socialistas van por delante en casi todas las encuestas, pero su ventaja no es lo suficientemente amplia como para que no se pueda dar un triunfo del Partido Popular en escaños, teniendo en cuenta que la derecha puede dominar en muchas provincias poco pobladas donde el escaño que desequilibra se decide por un voto. Dicho en términos futbolísticos, el 9-M hay partido. Y eso, unido al carácter extraordinariamente crispado de la legislatura que hoy acaba, da a estas elecciones un interés especial. Son votaciones que van a abrir un ciclo político nuevo y seguramente con renovación traumática en alguno de los papeles protagonistas.

El PSOE parte con la ventaja de que hay una clara mayoría social que cree que Rodríguez Zapatero será presidente. En algunas encuestas, hasta los votantes del PP piensan que Rajoy no llegará a la Moncloa. Sin embargo, los conservadores saben que su electorado está muy movilizado --ahora esperan recoger la cosecha después de tanto sembrar en manifestaciones callejeras y en consignas difundidas en radios y periódicos afines-- y sostienen que los 11 millones de votos alcanzados por los socialistas en el 2004 son inalcanzables hoy porque se debieron al estado de conmoción que vivía la sociedad española por los atentados de los trenes de Madrid.

En la otra acera, los socialistas se disponen a abrir una campaña muy ideologizada. El presidente Rodríguez Zapatero señaló ayer en Valencia que España "no se rompe" sino que está "más unida que nunca" porque los ciudadanos tienen "más derechos y confianza en el futuro". El actual presidente asegura que habrá que elegir entre dos modelos de Gobierno: el socialista, que ofrece "más crecimiento" frente a la "incertidumbre y las mentiras del PP". En su opinión está en juego "la libertad total de ser ciudadanos sin imposiciones de ninguna naturaleza". El líder del PSOE se refería así a los intentos de dinamitar el programa de avances sociales que su Gobierno ha desarrollado en los últimos cuatro años --matrimonios homosexuales, ley de igualdad, etcétera-- por parte de sectores externos a la política, pero claramente vinculados a los intereses del PP.