Hay fechas que por sí solas constituyen un hito en el acervo cultural e histórico de una comunidad, conmemoraciones que han de sustraerse a la coyuntura del momento, ya que no es justo que, mezcladas entre la bruma, se vean obligadas a pasar de soslayo, desapercibidas o devaluadas ante la opinión pública, pues se trata de acontecimientos que quedarán para siempre grabados en la memoria histórica de Extremadura, junto a los nombres de todos aquellos que hicieron posible que Monfragüe haya sido declarado Parque Nacional. Por unos momentos hemos sido capaces de sustraernos a este largo y quejumbroso proceso de crispación en el que se ha convertido la política nacional, para trasladarnos a esta otra esfera de lo cotidiano, y disfrutar de uno de los acontecimientos más deseados e importantes que el destino tenía reservado a estas tierras.

En Villareal de San Carlos, el sábado 17, se celebró la declaración de Monfragüe como Parque Nacional, acto al que asistieron, entre otras autoridades, la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona , y el vicepresidente de la Junta de Extremadura, Sánchez Amor . En este espacio de emoción, casi sobraron las palabras, porque Monfragüe posee una magia y un atractivo suficiente como para validarse por sí mismo, ya que se ha constituido en el único territorio protegido contra los embates de la política, un espacio de consenso en medio de las turbulencias, algo que no se somete al menor tipo de cuestionamiento, como constatación palmaria de que cuando se antepone el bien común a los intereses partidistas, es siempre la sociedad la que sale ganando.

XA PARTIRx de la ley 1/2007, de 2 de marzo, se declara a Monfragüe como el decimocuarto parque Nacional de España, con lo que se comenzará a contar con una dotación económica de seis millones de euros anuales, lo que posibilitará la obtención de mayores recursos a la hora de proteger la integridad de sus ecosistemas, y asegurar la conservación y la recuperación de sus hábitats, también aumentará el número de visitantes merced a una más completa difusión informativa, pero por encima de todas estas consideraciones, está el reconocimiento de un espacio natural extremeño que accede por vez primera a la máxima categoría, con lo que de forma explícita queda reconocido el valor medioambiental de toda nuestra comunidad. Monfragüe pasará a ser, si no lo era ya, símbolo y referencia de la realidad extremeña, como Guadalupe, Cáceres, Mérida, Yuste y tantos otros enclaves históricos de nuestro entorno. A partir de este momento, la difusión de los valores de este espacio ecológico, irá pareja y ligada a la difusión de la riqueza medioambiental de nuestra comunidad y por tanto ayudará a obtener una visión más fidedigna de la Extremadura real.

Como medidas más urgentes que se adoptarán en el inmediato presente, destacan la reordenación de determinadas actividades que se realizan dentro del parque y que son consideradas incompatibles con esta nueva catalogación, así como fomentar actuaciones para repoblar formaciones vegetales alteradas, de forma que se adecúe a las exigencias y requerimientos exigidos para los espacios de esta índole.

De entre las palabras pronunciadas por las autoridades asistentes al acto, me quedo con aquellas que se refieren a la voluntad de cooperación entre la Administración del Estado y nuestra comunidad, o con esas otras que hacen referencia a Monfragüe como espacio único por la variedad de sus formaciones vegetales, y la riqueza faunística, lo que lo convierte en algo irrepetible y representativo para uso y disfrute de toda la sociedad; también lo referente a la contribución al desarrollo sostenible de las poblaciones situadas en el área de influencia socioeconómicas del parque, tratando de hacer compatible sus modos de vida con la conservación de este espacio natural.

La declaración de Monfragüe como Parque Nacional, ha de ser un motivo de satisfacción para todos los extremeños, porque es un peldaño más en este sinuoso y difícil proceso de acercamiento que ha de recorrer la sociedad extremeña hasta alcanzar los espacios de igualdad respecto a otras comunidades del Estado español, por eso cuando a lo largo del acto se dijo, refiriéndose a los allí presentes --la gente de Monfragüe -- por extensión, este epíteto, se hizo automáticamente extensible a todos y a cada uno de los ciudadanos de Extremadura que en estos días ven cumplido uno de sus más gratos sueños.

Es preciso venir a Monfragüe en los albores de esta primavera, perderse en la espesura verde de sus bosques, recorrer como en una alegoría sus caminos, bañarse en los lagos tangibles de su apacible calma, confundirse como un viajero más entre sus espesas soledades, dejar vagar los ojos por este cielo inmenso, reclinarse en la ladera, sucumbir ante el canto lejano de las aves, respirar su aire denso junto al agua menuda de sus meandros, y volver con los ojos nuevos para enfrentarse a la vida, en la certeza de que sólo se ama lo que se conoce.

*Profesor