XExstán volviendo a suscitarse, en estos días que coinciden con el final del curso, algunas cuestiones de decisiva importancia en el terreno educativo, sometidas a continua revisión desde hace décadas y, por lo que se ve, tan complejas que no se acaba de hallar solución para ellas. La moratoria acordada por el Gobierno en relación con la Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOCE), impulsada en su día por el PP, ha dejado en la cuneta, antes incluso de ser sometidos a prueba, algunos aspectos de ésta que contaban con amplio respaldo entre el profesorado. Apoyo, digámoslo para evitar malentendidos, que en absoluto era fruto de una coincidencia ideológica de los docentes con los postulados del gobierno Aznar, cuya contundente derrota electoral ha salido celebrada con alborozo en la mayoría de los claustros.

Uno de los asuntos que, previsto por la LOCE, ha quedado paralizado en la actualidad ha sido, junto a la necesidad de superar una prueba general para obtener el título de Bachiller o la obligatoriedad de cursar una asignatura de contenido religioso, el establecimiento de itinerarios a partir del tercer curso de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO). Según un estudio de sindicato tan poco sospechoso de mantener criterios afines a los del hoy principal partido de la oposición como Comisiones Obreras, la implantación de dichos itinerarios era considerada acertada por el 60% de los profesores, que veían en ellos una eficaz forma de mejorar el sistema educativo. Un procedimiento que garantizaría mejor que los actualmente vigentes el derecho de todos los alumnos a recibir una formación acorde con sus intereses y circunstancias personales.

Es posible que el término itinerario tenga connotaciones negativas y que algún defensor de la deseable igualdad de oportunidades considere que utilizado en la educación supone una vulneración del derecho de los jóvenes a recibir una formación libre de discriminaciones basadas en el origen social, la procedencia geográfica o la disponibilidad económica. Permítame ese hipotético objetor de lo que la LOCE contemplaba que explique por qué la mayoría de los profesores lamentamos que este previsión legal haya perecido antes de nacer. Antes de nacer, por cierto, por culpa de unos padres demasiado ocupados en los pasados meses en insensatas aventuras bélicas como para atender a lo que de verdad preocupaba a los españoles.

Leía hace poco las declaraciones de un eminente psicólogo americano (no todos allí son de la escuela de Bush ) sobre las diferentes inteligencias presentes en cada ser humano. Unos están mejor dotados para la música, otros para la lingüística, otros para las ciencias, para las relaciones interpersonales... ¿A qué edad hay que empezar a encauzar esas diferentes personalidades? La respuesta, admitámoslo, es dificultosa, pero hay un hecho incontrovertible: en la actualidad, en las aulas de los últimos cursos de la ESO hay un altísimo porcentaje de alumnos desmotivados, que asisten a ellas exclusivamente por obligación legal, sin que las enseñanzas que allí se imparten, iguales para todos, con independencia de intereses o capacidades, les importen lo más mínimo. Ni a ellos ni, nos tememos, en muchos casos, a sus padres, que también preferirían una formación que resultara útil a sus hijos, que aprovecharían el tiempo en algo más que aburrirse soberanamente oyendo cosas que no les interesan. Por no mencionar a aquellos alumnos de buen rendimiento académico, que también los hay, que en otras circunstancias sacarían mucho mejor provecho del sistema educativo, alcanzando los niveles a los que también tienen derecho. Derecho que se ignora con frecuencia, perjudicando con ello a quienes, de origen social humilde, sólo dispondrán de sus propios méritos para progresar en la vida.

Por ello, y porque el nuevo Ejecutivo ha hecho del diálogo un principio, es de esperar que los responsables educativos obren con cautela y, abandonando clichés y prejuicios, tengan en cuenta el parecer de los profesores cuando se dispongan a legislar en un terreno tan delicado, y sometido paradójicamente a tantos terremotos, como el educativo.

*Profesor