WTwras dos semanas de hospitalización en París, Yasir Arafat ha expirado. Su funeral en El Cairo, es decir fuera de su país, cerrará una larga, dura y crucial etapa de la historia del pueblo palestino. Arafat la abrió en 1964, cuando inició su asalto definitivo al liderazgo de la OLP. En estos cuarenta años ha protagonizado, con grandes aciertos y dramáticos errores, todo tipo de episodios bélicos y diplomáticos, convirtiéndose en el símbolo de la lucha del pueblo palestino por su supervivencia. Tanto los líderes palestinos que se han distribuido los cargos que acumulaba Arafat como, de momento, las principales facciones armadas, parecen querer jugar la carta de la unidad nacional y de la primacía de la Autoridad Nacional Palestina. Son conscientes de que estamos ante una oportunidad para desembarrancar el proceso de paz. Pero para ello, además de una transición palestina democrática y pacífica, debería mover pieza a favor el Gobierno israelí de Sharon . También sería necesario un giro de actitud del reelegido presidente Bush y que utilizase su influencia para lograr, como dijo ayer, una Palestina independiente y en paz. Pero eso, que sería además una paz para toda la zona, sólo llegará con una solución justa y no impuesta.