WLw os etarras detenidos el miércoles en la casa rural de Quézac dijeron ser escritores que estaban trabajando en una novela. En realidad, escribían un capítulo más de la estrategia terrorista que experimentó un notable cambio de ritmo el 23 de octubre, a raíz del robo de las ya famosas 350 pistolas en Vauvert. Esa acción vino a poner sobre la mesa la inestabilidad de la tregua, con el fantasma que ya había recorrido el penúltimo alto el fuego de ETA, bajo el mandato de Aznar. En breve: más allá de la sinceridad del proceso de paz por parte de los etarras se imponía la sensación que la tregua servía también para el rearme. El ministro de Interior ha declarado que "no hay nada más opuesto a la paz que la violencia: la violencia y prepararse para ejercerla". Si sumamos al evidente "prepararse" de ETA, las explícitas amenazas de kale borroka y las duras declaraciones del entorno aberzale, tenemos un panorama sombrío. Si a este panorama, además, añadimos la guerra mediática a través de videos de ataque y contraataque de PP y PSOE, algunas disonantes decisiones judiciales y una percibible desilusión de la ciudadanía (concretada en las recientes encuestas que recortan distancias entre los dos partidos mayoritarios), entonces nos hallamos ante un Gobierno que ve como se tambalea la principal apuesta política de la legislatura. El Ejecutivo, que apuesta por la paz manteniendo las esencias del Estado de derecho y la necesaria protección de las personas, no podía esperar más tiempo para mover pieza en el tablero de la autoridad. Las detenciones de parte del aparato logístico y de otros militantes de ETA (este mismo sábado) deben leerse, en esta partida de ajedrez, como un jaque decisivo del Gobierno para tomar posiciones ventajosas. Pero quizás va más allá. No deberíamos estar sólo ante una táctica, sino ante una declaración de principios. El Estado, por definición, no puede abdicar de sus responsabilidades policiales. El rigor de la ley es un dato capital para establecer, después, las bases de la negociación. Ante las acusaciones de debilidad, el Gobierno avisa de su determinación. Luego se podrá hablar de política y de escenarios posibles y loables, como el de la entrada de Batasuna en la normalidad de las elecciones. Antes, sin embargo, la firmeza de la democracia tenía que imponerse en este libro que va escribiéndose con dificultades pero aún con esperanza.