Un ciudadano se compró un reloj nuevo, y un amigo, al vérselo, le informó que aquel reloj que había adquirido era un reloj muy malo, que le daría problemas. Al día siguiente, otro amigo, al verle el reloj nuevo le aseguró que era uno de los mejores relojes del mercado, y que había acertado plenamente en la compra. Al tercer día, un compañero de trabajo se percata del nuevo reloj y le pregunta al propietario: "¿Qué tal es el reloj?". Y el dueño del reloj, confuso por las opiniones recibidas de sus dos amigos, contesta con cautela: "Bueno, tiene días".

La Fiscalía también tiene días. Hay jornadas en que ve en Otegi a un peligroso enaltecedor del terrorismo y, otros, en que se percata de su inmenso error, y en los que se da cuenta de que ha interpretado de manera excesivamente severa las palabras que dice en público este ciudadano, que tantos problemas tiene para viajar, en cuanto caen unos cuantos copos de nieve. Naturalmente, todo esto es estrictamente jurídico.

Dentro de lo estrictamente lógico cabe preguntarse en qué momento la Fiscalía cometió el error, si en las severas acusaciones del pasado, que obligaron a celebrar el juicio, con el consiguiente ridículo, o bien, acertó en el pasado, y la gran equivocación la cometió ayer, comprometiendo el buen nombre de la Fiscalía y levantando sospechas entre los ciudadanos susceptibles sobre la independencia de los fiscales. Cuando te mueves en lo estrictamente jurídico y en lo estrictamente lógico corres el peligro de encontrarte con estrictas calificaciones.

A todo esto, Batasuna, que es muy estricta en no condenar la violencia y el terror, contempla nuestro sistema jurídico con la curiosidad de saber si, de la misma manera que la Fiscalía tiene días, la Audiencia Nacional o el Tribunal Supremo también se contagian y puede presentarse a las elecciones.