Extremadura se encuentra de enhorabuena. Ayer, 16 de noviembre, el flamenco vivió uno de esos momentos que marcarán nuestra memoria, con su declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en la reunión del Comité de Patrimonio que la Unesco celebra estos días en Nairobi. Y nuestra región, como impulsora de la candidatura, junto a Andalucía y Murcia, ha sido verdadera defensora de esta actividad. Es este el reconocimiento oficial de la riqueza de un arte que ya es, por derecho propio, bien cultural mundial.

Esta propuesta ha sido defendida, por un lado, por Andalucía, cuna del flamenco, lugar donde han nacido a su vez cantaores y cantes, guitarristas y bailaores, que han contribuido a desarrollar, conservar y transmitir lo que ha llegado a ser, gracias a ellos, un singular y hermoso patrimonio cultural. Por Murcia, con sus cartageneras y cantes mineros, amplía los márgenes territoriales del arte flamenco, junto con Madrid y Cataluña, donde el flamenco prende unido estrechamente al fenómeno migratorio. Y por supuesto, por Extremadura, también partícipe de ese, llamémosle, colonialismo cultural flamenco, no solo por proximidad geográfica, también por proximidad histórica, cultural y social.

XEXTREMADURAx también ve en el flamenco una de sus señas de identidad. Extremadura entiende el flamenco y lo siente. Aseguro con orgullo que mi comunidad autónoma es flamenca. En nuestra región hay un buen número de artistas de primera línea que cuida y conserva, con respeto y naturalidad, los estilos autóctonos de jaleos y tangos que han sido inspiración para artistas de la talla de Camarón de la Isla y merecieron el aplauso y la admiración de la afición andaluza la noche del pasado 25 de septiembre en Triana, durante la XVI Bienal de Sevilla.

Nuestra participación con voz propia en la candidatura nos la hemos ganado por derecho, ya que somos una región flamenca por condición y convicción, avalada, además de por sus artistas, por una afición agrupada en asociaciones y peñas, que constituyen el ámbito idóneo capaz de garantizar la conservación del flamenco, su pureza, su desarrollo y difusión. No podemos olvidar tampoco a una serie de investigadores y estudiosos extremeños del flamenco, que con su trabajo apuntalan el andamiaje del conocimiento de un arte multifocal, oscuro en su génesis y, en alguno de sus aspectos, difuso en su memoria. Y por último, resaltar la decidida participación de las administraciones públicas en su labor de salvaguarda de los valores culturales que hacen que el flamenco sea parte importante en la agenda cultural de estas.

Sólo por estas razones Extremadura ha sido parte interesada en esta candidatura. Extremadura cree firmemente en ella y ha sido para nosotros un premio la consecución del objetivo trazado: ver el flamenco reconocido patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco.

No es el momento ni el espacio para explicar los valores del fenómeno flamenco, que avalan por sí solos la propuesta a la citada candidatura. En el documento presentado a la Unesco se explica adecuadamente, con toda suerte de elementos definitorios, teóricos, visuales y sonoros, pero baste destacar dos de sus características: la primera, la riqueza, la magnitud y extensión de las formas musicales del cante. La simple exposición de ellas, a modo de inventario, constituye un argumento que aclara su diversidad y complejidad. La segunda, el cancionero flamenco, que consta de más de 30.000 coplas, de las cuales se han recogido en antologías más de 2.000.

Extremadura, como Andalucía o Murcia, junto a todas las personas, entidades y asociaciones que han mostrado su adhesión para esta candidatura, entiende que el flamenco es un tesoro que, aunque no hubiera obtenido el respaldo de la Unesco, se ha ganado por derecho, un espacio entre las disciplinas artísticas a respetar y conservar en el futuro. Puede pensarse que estas nominaciones responden siempre a un peligro de desaparición para el bien cultural en cuestión, pero no es este el caso. El flamenco, ya en su génesis, es mestizo, culturalmente hablando. La difusión del flamenco en estos momentos es universal. El respeto y la admiración desde todos los ámbitos es patente. Las artes plásticas o la música culta, han bebido del copioso manantial flamenco. Actualmente asistimos a un fenómeno, que algunos miran con cierto temor, como es la fusión del flamenco con otras músicas. Esa es la prueba palpable de su calado multicultural.

Pero ahora ya podemos decir que el flamenco forma parte del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Argumentar esta propuesta no ha entrañado dificultad en cuanto a su propia esencia o razón de ser. Lo que sí ha sido difícil es plasmar en un documento algo tan lleno de alma, tan plástico y a la vez tan etéreo, tan luminoso y oscuro, al mismo tiempo, tan difícil de transcribir por vivo y auténtico, como es el flamenco.