TEtstá el ambiente político extremeño cargado, agrio, enrarecido. Si de un tiempo acá unos parecen tener más parecido con el comandante cubano que con el talante de Zapatero, otros no salen de la selva de los paramilitares ni de las emboscadas de la guerrilla.

La serenidad que debe presidir la refriega política, las disensiones, las diferencias y las objeciones, no existe; en cambio se percibe, en unos, un desmedido afán, que no exige la representada ciudadanía extremeña, por meterse en todos los charcos, y en otros, una obsesiva disposición para liquidar, utilizando la munición que sea necesaria, al adversario político, dando a entender que hasta aquí hemos llegado. La falta de prudencia de los primeros no hará más creíble su contumaz solidaridad, y la invocación a ETA, a los atentados, las flechas y las dianas de los segundos no evitará convencernos a todos de que tales suplicantes han de pasar, con todo urgencia, por el diván del siquiatra.

En política los órdagos suelen pagarse si no hay con qué responder y los desvaríos o se corrigen con diligencia o se convierten en estigma eterno.

Jueguen, señores políticos, sus bazas en el poder o la oposición pero no hagan impracticable el terreno de juego: nadie les ha facultado para esas demasías.

*Licenciado en Filología